Dice la leyenda que fue su favorita Zahra, cuyo nombre significaba "La Flor" quien le sugirió construir una hermosa ciudad extramuros de Córdoba, un lugar magnífico en el que se materializaran el placer, la belleza y el poder, una ciudad que llevaría el nombre de la amada y se convertiría en la "Ciudad de al-Zahra" , la "Ciudad de la Flor de Azahar". La ciudad reflejaría el esplendor del califato y todo el lujo, magnificencia y poder del último de los grandes califas cordobeses.
Las obras comenzaron en el 936. El plano era rectangular y se defendía con una muralla. Estaba asentada en la ladera de la sierra y escalonada en tres terrazas jerárquicas: la superior, con las dependencias palatinas entre huertas y albercas; la intermedia, con jardines separando las oficinas burocráticas de las viviendas reservadas a los ministros el régimen; y la baja, con la mezquita, la Casa de la Moneda, el centro artesano oficial, el zoco, etc.
Las excavaciones arqueológicas han desenterrado en la explanada alta el Salón Rico: el pabellón de recepción más importante, marco de los fastuosos recibimientos a las embajadas extranjeras. Su estructura arquitectónica y la decoración mural suponen la definición absoluta el arte califal, que luego copiarán nostálgicamente los Taifas en sus palacios. Aquí adquiere su forma definitiva la proporción canónica del arco de herradura califal (tres parte de alto por cuatro de ancho) y el capitel de avispero.
Nada se ha descubierto de las habitaciones privadas del califa, una de cuyas salas tenía en el centro una alberca de mercurio, que con los rayos del sol deslumbraba la vista. Escribe al-Maqqari: "Cuando el califa quería asombrar a alguien, mandaba a uno de sus esclavos que agitase el mercurio y aparecían en el salón como relámpagos de luz que estremecían los corazones, hasta el punto de que el salón parecía volar, mientras el mercurio se movía".
Capitel de mármol de Medina Zahara (Córdoba)