La cultura musulmana tiene en la mezquita su edificio paradigmático. La función de los templos clásicos -griegos y romanos- era la de albergar la estatua de sus dioses. Los templos cristianos tenían como función ser la casa de Dios y, a la vez, cobijar a los fieles. La mezquita es "el lugar en el que el fiel se postra ante Dios". La mezquita representa la tipología más simple del templo. Los musulmanes sólo necesitan una superficie horizontal, el suelo, para sus plegarias; no requieren de imágenes ni altares. Incluso las arenas del desierto son su templo si se conoce el requisito fundamental: la orientación, ya que las plegarias se hacen siempre en dirección a La Meca, centro del mundo islámico.
El fiel acude, fundamentalmente los viernes, a la mezquita en silencio, se descalza, se lava (expresando simbólicamente su deseo de limpieza interior), y se coloca en línea con sus compañeros, mirando a La Meca, y espera la señal del imán para iniciar la plegaria. Cuando realiza un rakat o ciclo de oración, todo su cuerpo expresa las palabras que pronuncia: cuando dice "Gloria a mi Señor, el Grande", se inclina; y cuando pronuncia "Gloria a mi Dios, el Omnipotente", se postra poniendo la frente y la nariz en el suelo, como signo de su sumisión a Dios. Toda su actitud debe ser de humildad, devoción y concentración de todo su ser; si no es sincero, su plegaria no tendrá valor alguno.
El diseño de la mezquita -palabra derivada de "masjid", "lugar para arrodillarse" y sus características reflejan directamente sus funciones en el culto público. Esencialmente, es un muro (la quibla), orientado de tal modo que una línea recta tirada desde La Meca la partiría en ángulos rectos. Ello asegura que el musulmán sepa el lugar hacia donde ha de dirigir su rostro al orar; el nicho abierto en el muro por el mihrab señala esta dirección. Al entrar en la mezquita se llega al iwan o atrio porticado. La tendencia a que el edificio sea cuadrado (haram o sala de oraciones), y no longitudinal, responde al deseo de los adoradores de orar lo más cerca posible del muro del mihrab, y por tanto de La Meca; aquí no es necesario, como en el templo cristiano, dar al culto un sentido procesional. El mihrab en sí no es sagrado, como lo es el altar de los templos cristianos; lo sagrado es la dirección que señala. Tal es el énfasis que se pone en ello, que los musulmanes cuidan de alinear los retretes, las tumbas y hasta las alcobas para evitar la posibilidad de cualquier falta de respeto inadvertida. La forma cóncava deriva del ábside cristiano, introducido a comienzos del siglo VIII por albañiles coptos. El minarete o alminar (de minara, que significa faro) se desarrolló con vistas a llamar a la gente a la oración por medio del almuhédano o muecin. Es esencial algún tipo de pila o fuente (sabil), de forma que los fieles puedan realizar sus abluciones antes de entrar en la mezquita a rezar. El minbar o púlpito, en el interior del edificio, es el lugar desde el que el imán pronuncia su sermón el viernes. Está a la derecha del mihrab y al principio era una simple escalera de tres peldaños (el imán pronuncia su sermón desde un peldaño inferior, pues sólo el Profeta predicó desde el peldaño más alto). En el imperio otomano y en el norte de África se hizo habitual un minbar profusamente decorado y con una escalera monumental. Finalmente se encuentra la macsura o espacio cerrado, situado delante del mihrab, donde se situaba el califa.