El Mirador de Daraxa es una pequeña estancia totalmente decorada, y un ejemplo del horror vacui. Los materiales pobres utilizados se ocultan bajo los yesos y las cerámicas que, tratados con distintas técnicas, le otorgan una delicada apariencia. Los arcos festoneados no tienen otra función que la decorativa y los mocárabes hacen de pantalla visual, fragmentan el espacio y lo reducen al plano. El alicatado de zócalo está hecho con piezas vidriadas policromas y sigue patronos geométricos, reticulares o estrellados, que parecen representar sistemas astrales. Un juego matemáticamente ordenado de formas y colores se repite sin límite aparente. A veces, figura y fondo resultan intercambiables. No interesa ni el espacio ni la profundidad; sólo el ritmo repetido hasta el infinito, ya que esto constituye la imagen intelectual y abstracta de Alá. La abstracción es una constante en este juego de formas que crea un nuevo motivo estético.