El retablo es de un
sólo cuerpo. de columnas salomónicas, con cierre en semicírculo. La
significación eucarística no puede ser más evidente. En el centro del
cuerpo principal se aloja un colosal tabernáculo de planta cuadrada, con
cuerpo ochavado y media naranja. Todo se cubre con pabellón de tela
encolada. que mantienen descorrido unos ángeles (ver detalle arriba). El
ostensorio se aloja en el núcleo central, pero queda velado por una
cortinilla, en que el pintor Antonio Acisclo Palomino representó la
escena de la Asunción de la Virgen. La Iglesia porta en un carro
triunfal la Eucaristía. En la parte superior del retablo está
representado el martirio de San Esteban, el santo a quien está dedicado
el templo. Su derramamiento de sangre está asimismo en función de lo
eucarístico, ya que la sangre de Cristo atrae el heroísmo de los
mártires. Muerte y resurrección en la vida eterna, tal es la raíz de la
Eucaristía. Sin duda el tabernáculo de este retablo es el más grandioso
de la retablística española. |
Para los
ilustrados españoles de los siglos XVIII y XIX, los retablos de
Churriguera habían apestado los templos. Eran pegotes, emplastos,
insignes mamarrachos; deformes maderajes, faltos de orden y concierto;
ridículas fruslerías, mezquindades, armatostes de hojarasca; locuras
rematadas de miembros bárbaros y monstruosos, chafarrinadas, indecentes
mascarones, broza de abominable tallaza; indigestos promontorios,
abortos ridículos del arte, diabólicas piras incendiarias, relumbrones
para embobar y objetos indignos de la casa de Dios. Hubo que esperar a
1908 para que Eugenio D'Ors iniciara la recuperación del Barroco y de
este arquitecto maldito, sentenciando: "Preveo para Churriguera, en hora
próxima, una justiciera venganza". La venganza frente a sus detractores
se ha producido entrado el siglo XX y, en la actualidad, los retablos
churriguerescos gozan de la misma estima que tuvieron en los años de su
realización. |