La iglesia de san Andrés del Quirinal, en Roma, está construida sobre planta oval con un porche ovoide que se extiende por delante de la fachada, reproduciendo los ritmos interiores del edificio. El interior, decorado con mármol oscuro de diferentes colores, tiene una bóveda oval decorada en blanco y oro.

Esta capilla está adosada al noviciado de los jesuitas en Roma. La entera remodelación de una iglesia antigua nos habla de la creciente importancia que los jesuítas están adquiriendo en el seno de la Iglesia. Pero también nos indica el interés del papa Alejandro VII por embellecer Roma. La iglesia adopta una forma elíptica centralizada; esta forma es la que por esas fechas está usando Bernini en la gran plaza de san Pedro del Vaticano. Dentro de un barroco calmado, como es el de Bernini, busca un juego de formas que se contraponen. El muro es el principal soporte del edificio y tiene un carácter dinámico. La búsqueda del movimiento y el factor sorpresa se aprecian claramente en la planta. Contrapone el movimiento convexo de la escalinata de acceso a la iglesia con el cóncavo del pórtico lateral. La persona que pasa por delante de la iglesia es invitado a entrar por medio de esas alas muy salientes, que se abalanzan sobre el espectador para acogerlo. Realiza una sola puerta en paralelo con el eje mayor del edificio y no con el menor, como era lo habitual. El espectador contempla así un amplio frente visual nada más entrar subrayado por el pequeño ábside que se encuentra de frente. Al lado de este ábside hay dos pares de columnas corintias con un frontón curvo. El conjunto de este eje se basa en la contradicción del juego de volúmenes: convexo en la entrada y cóncavo en las capillas. A ambos lados del eje mayor, en el muro de la capilla, coloca cuatro capillas más con su correspondiente altar, separados por pilastras. Los nichos, con tribuna sobre ellos (característica de las iglesias jesuíticas), permiten alojar el confesonario. La iglesia está cubierta con una cúpula también elíptica. Si en vez de la planta viéramos el ábside, veríamos en el lienzo del altar mayor el martirio de san Andrés. Este fue el glorioso destino que le condujo a la vida eterna. Y esta es la lección que deben aprender los novicios: el sacrificio lleva a Dios. Conviene comparar esta planta con la de san Carlos de las cuatro fuentes de Borromini para ver las diferencias.