Pablo V promueve durante su largo
pontificado (1605-1621) multitud de obras y se convierte
en el gran patrón de Carlo Maderno. En el 1605 decide demoler lo que restaba de
la vieja basílica de San Pedro y completar la inmensa basílica. El papa convoca un concurso al que acuden
numerosos arquitectos, entre ellos Maderna, cuyas trazas son las
escogidas. Al principio no pensó éste transformar la planta centralizada
de Bramante y Miguel Ángel, pero fue el propio papa el que impulso la
transformación en una iglesia de planta de cruz latina, haciéndose
intérprete de la mentalidad contrarreformista, del nuevo espíritu del
concilio de Trento que
reclamaba naves procesionales de gran desarrollo. Le movía, por otro lado, el deseo de ocupar
todo el suelo sacro de la vieja basílica constantiniana.
El concepto estético del Renacimiento sufrió un rudo golpe y
la grandiosa cúpula quedó relegada a un plano posterior. A Maderna le tocó
la ingrata tarea, sin duda contra su voluntad, de atentar contra el
espíritu de la espléndida creación renacentista. |
Maderno tuvo que transformar en longitudinal el esquema central
ideado por Miguel Ángel para la basílica de San Pedro y duplicar la
capacidad de la iglesia construyendo la gran nave. Con la nueva nave
longitudinal, la cúpula dejaba de ser el centro y la síntesis plástica de
las masas. Maderna trata de respetar en la medida de lo posible el plan miguelangelesco, y ello se aprecia tanto en la utilización del orden único o gigante en las columnas del pronaos, como en el propio
desarrollo del frontal de la fachada, ancha y baja para dejar ver la
cúpula, por más que ésta no sea ya el centro sino el fondo. Maderna fue fiel en el
esquema de su composición a las antiguas trazas de Miguel Ángel y a la
ordenación de las fachadas absidales. |