Cristo yacente del Museo Nacional de Escultura (Valladolid) |
Cristo, muerto, está extendido sobre un sudario blanco al que se adapta su anatomía formando una airosa curvatura. La cabeza reposan sobre un amplio cojín. Cristo, con una desnudez apenas velada por el cabo de un paño de pureza de tonos grises azulados, tiene un cuerpo de armoniosas proporciones clásicas. La delgadez es una característica de la última etapa del escultor. No hay referencia narrativa en la obra, lo que obliga al espectador a recorrer cada uno de los detalles de ese cuerpo inerte. Todos los detalles están calculados con magistral precisión para impactar y conmover. Recurre a la aplicación de postizos que se complementa con una elaborado trabajo de encarnación aplicado por un experto pintor, posiblemente su pintor habitual Diego Valentín Díaz. Se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. |
Contemplamos la imagen del cadáver de un hombre joven, completamente extenuado y dispuesto para su preceptiva preparación con mirra y aloe. Es una imagen de un patetismo llevado a sus últimas consecuencias; una descarnada narración que roza el tremendismo, algo poco frecuente en las escenas pasionales barrocas de otros países. |
El centro emocional se localiza en la cabeza, tratada de forma descarnada sobre el modelo creado por él. El rostro es de facciones afiladas, cuencas hundidas y ojos de cristal entreabiertos con la mirada perdida. La boca igualmente entreabierta y con labios amoratados deja visible unos dientes de hueso. Son característicos de Gregorio los mechones sobre la frente y un minucioso tallado de la barba de dos puntas, así como la larga melena que se desparrama por la almohada con mechones filamentosos y ondulados. |
Está realizado en madera policroma, con serrín para los grumos de las costras de sangre, hueso para los dientes, pasta vítrea para los ojos y asta para las uñas de manos y pies. |
Detalle de policromía del paño, donde se aprecia la fina capa de aparejo por la que se trasparenta la veta de la madera. |
Las raíces iconográficas de Cristo yacente derivan de las ceremonias medievales del Desenclavo y del Santo Entierro, donde se utilizaban crucifijos articulados que cumplían la doble finalidad de presentar a Cristo en la cruz y después colocado en el sepulcro con los brazos replegados A partir del siglo XV aparecen imágenes yacentes específicas para tal cometido. Así continúa la tradición hasta el siglo XVII. Pero si la iconografía cristológica no es original de Gregorio Fernández, hay que afirmar que desde su taller impulsó y definió el arquetipo de resonancia más popular del tema. Arriba, Convento de los Capuchinos. El Pardo, Madrid. |
Cristo yacente de la catedral de Segovia |
Otras figuras |
Catedral de Zamora. |
Iglesia de san Miguel (Valladolid) |
En estos detalles de la cara de diversos Cristos yacentes trabajados por Gregorio Fernández se puede apreciar bien la hondura y el dramatismo de este autor cuando trata este tema. |