La Piedad es
una obra realizada en 1616 por Gregorio Fernández por encargo de la
Cofradía de Ntra. Sra. de las Angustias de Valladolid para sustituir a
un viejo paso de "papelón" (paso de pequeñas dimensiones, de madera
policromada en la cabeza y las manos, y de tela y cartón encolado para
el resto de la composición, del XVI). Esta talla, claramente barroca,
está realizada en madera policromada, el material tradicionalmente usado
en España. Estaba acompañada por los dos ladrones en la cruz, a ambos
lados de la Piedad, y las figuras de San Juan y la Magdalena. Gregorio
Fernández es el mejor exponente de la escultura barroca castellana, de
la escuela de Valladolid. Estaba al frente de un buen taller, que el
mismo controlaba con cuidado, que inundó de obras el norte de España. La
Virgen María, que acaba de recibir el cuerpo muerto de su Hijo, eleva el
brazo derecho en señal de dolor. Es un ademán de angustia y soledad que
contrasta con la serenidad del cuerpo inerte de su Hijo, al que sostiene
apoyando la mano izquierda fuertemente sobre Cristo. Pero también es una
actitud de petición de ayuda, de comprensión, de compasión (estado
emocional en que se sufre-con), que busca del espectador que contemplaba
esta escena mientras el paso procesional pasaba por la calle delante de
sus ojos. Tanto la comunicación con el espectador como la teatralidad de
la escena son rasgos barrocos. El cuerpo de Cristo forma una diagonal
que proporciona asimetría al conjunto; se rompe el esquema piramidal que
había impuesto Miguel Ángel en la Piedad del Vaticano. El tratamiento
realista del desnudo indica un momento de madurez en la escultura de
Fernández. La amplitud de ropajes con abundantes plegados, duros,
metálicos, ofrecen contrastes lumínicos barrocos; tal vez estén
derivados de modelos flamencos del XV. En la obra de Fernández se
aprecia un estilo personal basado en la exaltación religiosa de la época
en España, que él interpretó de forma sencilla e inmediata para el
espectador. Buscaba acercar la sensibilidad religiosa al pueblo, y el
pueblo así lo entendió; la gran cantidad de obras que salían de su
taller así lo demuestra. La doctrina contrarreformita de Trento y los
clientes (sobre todo la iglesia y las cofradías) exigían que las figuras
parecieran vivas; Gregorio Fernández buscó esto con un realismo
extraordinario. Pero la verosimilitud no le impidió dar a sus obras un
sentido místico, lo que le lleva a dar un protagonismo a manos y
cabezas, que son talladas con precisión en cada detalle. Cuidó
especialmente la policromía de sus esculturas, y aunque él personalmente
no lo hacía, estuvo rodeado de buenos pintores, sobre todo de Diego
Valentín Díaz, el mejor pintor de Valladolid del momento. |
Este sería el
grupo completo encargado por la cofradía a Gregorio Fernández. Este
grupo escultórico no sale procesionalmente en la actualidad. En el año
1929, con motivo de la reorganización de la Semana Santa de Valladolid,
el gobierno vetó la salida de los pasos que se conservaban en el Museo
Nacional de Escultura, donde se halla en la actualidad este grupo
escultórico (exceptuando las figuras de San Juan y la Magdalena que,
aún, se veneran en la Penitencial de las Angustias). En 1992, con motivo
de una exposición del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, se unió
de nuevo y nada más para esa efemérides el grupo entero. |