La austeridad castellana y la dureza de
la meseta forjaron una tipología de crucificados patéticos y
llagados, que exhiben en sus carnes el dramático suplico de la
Pasión. Las Vírgenes están representadas por personas maduras
transidas de dolor. Castilla pone en acento en lo recio de las
imágenes, pensando en herir con violencia a la primera impresión del
espectador. (imágenes superiores). De forma distinta, en Andalucía y Murcia, donde la Semana Santa transcurre cuando la primavera ya ha estallado y el ambiente se perfuma con aromas de las flores, se prefiere un tipo de Cristo apolíneo y a Vírgenes adolescentes. Se omite en la medida de lo posible la sangre, pues repugna a la sensibilidad mediterránea. El gusto por lo aparente se traduce en el fasto del aderezo que envuelve a Nazarenos y Dolorosas. Así se explica la abundancia de maniquíes articulados de vestir, que no tienen de humano más que la mascarilla del rostro, las manos y los pies. La carencia de la talla se suple con un deslumbrante ajuar de ricas túnicas, sayas, mantos bordados, coronas de oro, etc. (imágenes inferiores). |