El escritor
florentino Filippo Baldimucci y el hijo del escultor Domenico Bernini
refieren que el artista se autorretrató en esta obra y que el cardenal Maffel Barberini, futuro papa con el nombre de Urbano VIII, le sostenía
en algunas ocasiones el espejo para que pudiera copiarse mientras
trabajaba. David está en plena acción, no estudia a
su rival. La figura se retuerce. El interés de la figura no acaba en
ella, sino que es preciso contar con lo que está más allá. Bernini ha roto el contorno
temático y plástico de la figura. En ese exterior está el espectador, de
suerte que se acentúa la tendencia barroca de impulso hacia fuera. |