Este cuadro presenta unas características claras para definir la fase más aérea, luminosa y pictórica del artista. Vemos una obra inmersa en una atmósfera luminosa y pictórica del artista, inmerso en una atmósfera triunfal muy distinta a la precedente producción "tenebrista". La obra está firmada y fechada y fue pedida al pintor por el conde de Monterrey, virrey de Nápoles de 1631 a 1637, para la iglesia de las Agustinas de Monterrey, en Salamanca, donde quería ser enterrado, y en cuyo altar mayor está colocado.  Entre otras influencias, es clara la de Guido Reni, con el que tuvo contacto en Roma, en los dos ángeles adolescentes de abajo. Desde el punto de vista temático, sigue la iconografía tradicional codificada por propuesta por Pacheco. La Virgen viste de blanco con el manto azul; a su lado se encuentran atributos diversos de las letanías de la Virgen. Se pueden ver: estrella de David, puerta del cielo, ramo de olivo en la parte derecha; y luna, rosa sin espinas, torre de marfil, espejo sin mancha, a la izquierda. En la parte superior aparece la figura de Dios Padre, un poco más abajo, el Espíritu Santo en forma de paloma. La Santísima Trinidad se completaría con el Hijo, Jesús, que engendrará la Virgen. Esta enorme tela constituye uno de los logros más significativos de la madurez de Ribera y tuvo sus consecuencias para la pintura ibérica posterior, como lo demuestran en particular, los ejemplos del joven Murillo.