Esta obra es un encargo del virrey don Fernando Afán de Ribera, tercer duque de Alcalá, que deseó documentar gráficamente el prodigio de la naturaleza operado en una mujer napolitana a quien "de la noche a la mañana" le creció la barba, según declara la extensa inscripción que exhibe el lienzo. Un testimonio contemporáneo amplía este "caso clínico". El 11 de febrero de 1631, el embajador veneciano destacado en Nápoles anotaba en su correspondencia: "En la habitación del Virrey estaba un famosísimo pintor haciendo un retrato de una mujer de los Abruzos, casada y madre de muchos hijos, la cual tiene el rostro totalmente viril, con más de un palmo de barba negra bellísima, y el pecho completamente peludo; su Excelencia tuvo el gusto de enseñármela como cosa maravillosa, y verdaderamente lo es". En la imagen, la mujer barbuda con su esposo dando de amamantar al hijo.