Otros temas de la obra de Zurbarán, son los bodegones que realiza con acierto. En ellos desarrolla su sentido de observación y plantea una perfecta y armoniosa composición. Hace alarde del uso de los reflejos. La composición es sencilla; los objetos están puestos en fila, como si fueran flores sobre un altar. El fondo es siempre muy oscuro lo que contrasta con los volúmenes suavemente iluminados de los cacharros y los pone de realce. Es el tenebrismo. Su característica luz blanca ha dado espíritu a la inerte materia. De una humilde cacharrería, Zurbarán ha hecho un maravilloso lienzo. Los objetos, en su recortada soledad, tienen el sereno misticismo de los monjes.