Cuando
a poco de volver a Amberes pintó la Adoración de los pastores
(1609, hoy en el Museo del Prado), y la Erección de la cruz (1609,
catedral de Amberes) y el Descendimiento (1612, catedral de
Amberes), Rubens demostró estar ya en plena posesión de sus medios.
En la pintura flamenca de entonces, donde encontramos desde
manieristas rezagados hasta ecos del caravaggismo (Rombouts) o de los
Carracci (Abraham Janssens), pasando por multitud de cultivadores de la
pintura de género, no había nada que pudiera comparársela. Sólo él sabía
transmitir adecuadamente el esplendor de la Iglesia triunfante e
interpretar los más variados matices de la piedad barroca, del mismo modo
que sólo a él le estaba dado exaltar, divinizándola, la majestad de los
monarcas o hacer creíbles, convirtiéndolos en algo demasiado humano, a los
seres de la mitología. Rubens se convirtió así en el pintor por
antonomasia de la Contrarreforma (no en vano fue secretario del sodalicio
de Amberes de los jesuitas y pintó para la iglesia de éstos, San Carlos
Borromeo, un conjunto de treinta y nueve pinturas) y en el intérprete de
los ideales de las monarquías absolutas para las que trabajó.
El Descendimiento de la Cruz está construido alrededor
de la figura diagonal de Cristo, arropada con la blanca tela de lino.
Cristo está muerto y la calma del cuerpo resuena a través de todo el
cuadro. Si intentamos copiar la pintura, podremos comprobar la disposición
de las figuras vivas alrededor del cadáver. Podemos preguntarnos si esta
disposición tienen algo que ver con la maniobra real para hacer descender
cuidadosamente el cuerpo. Expresa la simpatía que sentía Rubens por las
enseñanzas jesuíticas.
No es preciso conocer detalladamente el Evangelio para
comprender que éste es un momento cargado de emoción y tragedia en un
drama intensamente significativo. El cuerpo de Cristo formando una marcada
y lívida diagonal cuando desciende de la cruz en brazos de los apóstoles
es, con toda claridad, el foco de la escena. La pálida y vulnerable forma
está llena de patetismo y también de dignidad. La reacción de las figuras
que le rodean es fuerte. Les afecta la muerte de Cristo. El tratamiento de
la luz es totalmente barroco; y lo más importante de todo en el terreno
artístico es la utilización que hace Rubens de la pintura para
intensificar la profundidad de los sentimientos. La pintura se extiende
por todo el lienzo, perfilando con más fuerza la figura de Cristo,
introduciendo en las pinceladas algo del movimiento descendente. Este rico
y suelto manejo de la pintura, llamada empasto, es característico de
cierto tipo de pintura barroca. La emoción está implícita tanto en la
pintura como en el tema.
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