Esta basílica es la obra más
significativa de la edad de oro del emperador Justiniano, tanto por las
dimensiones y la riqueza que tiene como por el hecho de que fue edificada
sobre los restos de un primitivo templo incendiado en una rebelión contra su
poder. Su planta sigue el modelo paleocristiano: en primer lugar tenemos que
atravesar un atrio de cinco pórticos en donde se encuentra un gran
recipiente con agua bendita -fíala- para la purificación de los fieles. A
través del nártex se puede acceder al recinto de la iglesia, de planta
basilical, con tres naves y ábside interior semicircular. Este espacio está
dividido en dos partes: la naos donde se colocaban los fieles, y la bema
o presbiterio, para los clérigos. Ambas estancias están separadas por la
iconostasis, reja o cancel que cerraban con velos en el momento de la
consagración. Próximas al ábside encontramos dos salas: la prótesis, donde
se guardaban las especies, y el diacónicon, donde se revestía el
sacerdote. La pobreza exterior del conjunto, construido con ladrillo, contrasta con el interior recubierto de mármoles y mosaicos de fondo dorado. La tensión longitudinal de la planta paleocristiana, marcada por las dos series de arcos superpuestos de las paredes laterales y las exedras, se contrapone con el estatismo de la cúpula centralizada, que simboliza la bóveda celeste. Los reflejos de los distintos puntos de luz sobre el oro consigue una transfiguración del espacio. El espectador, desde la semipenumbra inferior siente un equilibrio etéreo, como si la cúpula estuviera materialmente suspendida del espacio celestial, y pierde la visión de la estructura del conjunto. Por otra parte, Santa Sofía no sólo era la gran catedral de la capital bizantina; también era la iglesia de la corte. El edificio estaba unido al palacio imperial y se usaba el matronium como lonja real en un claro simbolismo político-religioso. |
Sobre el diseño basilical se superpone una planta centralizada de cruz griega, que sostiene una impresionante cúpula de 31 metros de diámetro y 55 de altura. Esta bóveda circular está inscrita en un gran cuadrado mediante cuatro pechinas que concentran las tensiones sobre cuatro pilares. Si la cúpula del panteón de Roma se apoya sobre un círculo de pilares que no admiten aberturas, esta innovación bizantina permite perforar las paredes de cierre con ventanas e idear un interesante sistema de contrafuertes. Dos semicúpulas transmiten el peso prácticamente hacia el suelo descargando progresivamente las tensiones laterales de este a oeste. En el eje norte-sur la fuerza es absorbida por cuatro inmensos contrafuertes dispuestos por parejas. Con todo, la cúpula se vino abajo al poco de ser construida. La nueva fue aligerada mediante un tambor cilíndrico con una serie de ventanas alrededor del gran casquete esférico, que ilumina el interior de la iglesia. |
"Santa
Sofía, dedicada a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad -como
Sabiduría Divina- fue construida entre el 532 y el 537 por los arquitectos
Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto, bajo la directa vigilancia de
Justiniano. De planta rectangular, se halla dominada por la gran cúpula
central, de 31 m de diámetro y 55 m de altura, sobre pechinas. La parte
inferior del casquete de la cúpula está horadada por una serie de ventanas
que se sitúan entre los arcos de refuerzo dispuestos radialmente, de forma
que la impresionante luminosidad de los vanos anula el efecto visual de los
macizos y "parece que flota en el aire" (Procopio). De esta manera, se
impone una estética basada en la valoración del espacio estático dominado
por la cúpula frente al dinamismo de la basílica occidental, organizada
conforme a un eje longitudinal de los pies a la cabecera del templo. Por la
parte del ábside y el atrio se contrarrestan los grandes empujes de la
cúpula mediante dos grandes exedras o cuartos de esfera, que a su vez lo
están por otras más pequeñas, y a los lados por dos gruesos estribos unidos
mediante riquísimas arquerías con columnas verde antiguo, pórfido rojo y
mármol blanco. |