Para cumplir Alfonso VII su voto de fundar un monasterio, hecho en el cerco de la plaza de Coria, trajo al lugar soriano de Cántabos la comunidad de monjes cistercienses franceses de la abadía de Verduns, en Gascuña, que en 1162 se trasladó a un pobre edificio construido en la feraz vega de Huerta. El nuevo monasterio tuvo la fortuna de contar entre los primeros abades a San Martín de Finojosa, que logró pronto transformar tan modesto albergue en el suntuoso edificio del que Alfonso VIII puso la primera piedra en 20 de marzo de 1179. Poco después, la entusiasta protección de D. Rodrigo Ximénez de Rada elevó el rango del monasterio. La fábrica del monasterio, a pesar de sufrir frecuentes inundaciones, se sostuvo firme hasta la expulsión de los monjes en el año 1833; después, quedó reducido a desmantelada parroquia; en 1882 se declaró monumento nacional, y últimamente el Estado procedió a restaurarlo. |