Para oponerse al poder de la
hegemónica clase sacerdotal, Akenatón generó una reforma
religiosa en torno a un nuevo culto monoteísta, el
atonismo, en torno a un Dios-Sol (como lo era
anteriormente Ra) único, llamado Atón. Atón se
simbolizaba con un gran disco solar alado, del que
salían brazos en disposición radial, que acababan en
manos con el signo ankn de la vida, para recoger las
ofrendas, dando a cambio luz y vida). Se representaba
con una serpiente. El faraón era el único profeta de
Dios e intermediario ante los hombres. (Quizá este fue
el comienzo de la primera religión monoteísta.)
Erigió una
nueva capital en el desierto, Ajetatón,
que significa ‘el horizonte de Atón’ o
‘próxima a Atón’ (actualmente sus ruinas
son conocidas con el nombre árabe de
Tell el-Amarna). La ciudad quedó
consagrada al dios Atón. Allí se retiró
Ajenatón para adorar a su dios. Hizo
construir templos con grandes patios, ya
que el culto solar debía hacerse al aire
libre. Con el cambio de religión
promovió también un cambio en los usos
artísticos, por el que las
representaciones humanas se volvieron
mucho más realistas y se abandonaron las
convenciones usadas hasta entonces (pero
que se volvieron a usar después de la
muerte de Ajenatón). Aunque efímera, la
"revolución amarniana" significó un
interesante momento en el arte egipcio,
pues se pasó del hieratismo monumental a
un curioso y descarnado naturalismo.