La catedral de Reims representa el ideal arquitectónico de la armonía gótica y el símbolo de la realeza francesa, al tenerse que coronar, obligatoriamente, los monarcas en su recinto. La construcción del edificio puede rastrearse con facilidad, gracias a que los diferentes maestros que se sucedieron en la dirección de las obras grabaron su nombre en el laberinto que adorna el pavimento de la nave central. Los planos se deben a Jean de Orbais, quien proyectó una descomunal cabecera que ocupa la mitad del templo, para ubicar el coro de los canónigos. Le sucedió Jean le Loup, que edificó el atrofiado transepto e inició las naves. Posteriormente, en 1244, Gaucher de Reims decoró las tres puertas de los pies. En 1255, Bernard de Soisson cerró la fachada con un rosetón calado, que parece una rueda de fuego.