Todos los Monasterios de la orden de la Cartuja están dedicados a la Santísima Virgen María; el de la cartuja de Miraflores a escasos kms de Burgos, está bajo la advocación de la Anunciación. Esta Anunciación, realizada hacia 1495, es una de sus grandes obras maestras, fue pintor castellano al servicio de Isabel la Católica. Esta obra no fue concebida para ser integrada en un retablo. Acaso porque se trató de un encargo de la propia Isabel la Católica para ornamentar la iglesia concebida como panteón real, donde yacen los restos de Juan II e Isabel de Portugal, padres de la reina. Iconográficamente se trata de una típica Anunciación en donde el ángel se presenta ante una María lectora, que acepta la decisión sin someterse servilmente al mandato divino. Diversas influencias se aprecian en la obra. La huella de la pintura flamenca, especialmente de Van Eyck, se ve en el plegado duro de las telas, el gusto por el detalle menudo, o en la multiplicación de trampantojos en los pilares en un juego que confunde pintura con escultura. Muy relacionado también con Van Eyck es el exquisito uso de la luz (con un doble foco: izquierdo y fondo), luz  responsable de la creación de las formas y las texturas, algunas tan exquisitas como el del jarrón de vidrio con una azucena que termina con tres flores alusivas a la triple virginidad de María (ante partum -in partum -post partum). Es también habitual también en la pintura flamenca la ventana abierta al fondo, que produce una unión interior-exterior y permite y breve paisaje. Pedro Berruguete continúa, sin embargo, con la tradición hispana del uso del pan de oro en telas (en otras ocasiones también en fondos) que es una herencia aún anterior, la del gótico internacional. Pero, frente a todo lo anterior, también se aprecia al Berruguete que conoce lo italiano de primera mano por su estancia en Italia. Esto es evidente en la extraordinaria perspectiva que arranca en la alfombra y llega a la ventana. Un espacio construido con luz y arquitecturas en donde las figuras generan su propio espacio. Lo mismo se observa en sus citas clasicistas (los capiteles) pero sobre todo en la corporeidad y majestuosidad de sus figuras (la figura humana como monumento) que se alejan de la piedad religiosa goticista para contener una fuerte dosis de antropocentrismo.