Esta obra representa un episodio de la vida de santo Domingo de Guzmán (1170-1221), fundador de la Orden de los Hermanos Predicadores o Dominicos. Berruguete pintó varias tablas sobre la vida de este santo español, conservadas en el Museo del Prado, que formaban parte de un retablo destinado al convento de Santo Tomás de Ávila, pero no se ha podido confirmar que el Auto de fe fuese una de ellas, aunque también procede de esta fundación religiosa.
Santo Domingo, recibió la orden del Papa de acabar con la herejía albigense, originaria de la ciudad francesa de Albi. La tabla recoge el momento de la celebración de un Auto de Fe presidido por el santo, que aparece sentado en un trono situado en una tribuna portátil, vista desde un punto de vista muy bajo, con lo que se acentúa la distancia entre los condenados y los jueces, resaltando así el protagonismo del grupo de personajes situado en la parte superior del cuadro, bajo el dosel.
El pintor presenta a Santo Domingo vestido con el hábito de su Orden. Extiende la mano derecha en un gesto de clemencia hacia uno de los condenados que, acompañado por un fraile dominico, se encuentra en el nivel medio de la composición, al pie de la escalerilla. Rodean al santo otros jueces, uno de los cuales porta el estandarte de la Inquisición. Al fondo de la grada inferior, varios hombres, sentados o de pie, dialogan entre sí totalmente ajenos al drama humano que se está desarrollando ante sus ojos. Hay quien llega incluso más lejos en su actitud de despego e indiferencia ante los hechos, como es el Inquisidor del centro, que el pintor nos muestra -no sabemos si guiado por un afán naturalista - plácidamente dormido con la cabeza apoyada en el respaldo de la grada. En la parte inferior derecha aparecen los condenados, dos de ellos en la hoguera, y otros dos tocados con corozas y cubiertos por sus respectivos sambenitos, en los que se lee "condenado herético", que esperan su turno custodiados por soldados.
Berruguete, iniciador en España del nuevo estilo renacentista, logra en esta obra retratar la Castilla de los Reyes Católicos, al representar una escena que tuvo lugar a principios del siglo XIII tomando elementos de su entorno inmediato. Los personajes, perfectamente individualizados, están vestidos a la manera de finales del siglo XV y parecen inspirados en alguno de los autos de fe que se celebraron en Ávila en esos años.
Es interesante destacar que en la zona superior izquierda se adivina la preparación de la tabla en tonos plateados. La obra, procedente de la sacristía de Santo Tomás de Ávila, fue adquirida por el Estado en 1867.