El jardín de las delicias. Detalles
Una de las imágenes más conocidas del tríptico nos muestra un enorme cuchillo, que se levanta agresivamente entre dos enormes orejas, atravesadas por una flecha, que aplasta a una muchedumbre de personajes desnudos (castigo de los lujuriosos). En este llamativo objeto se ha querido ver un símbolo del sexo erecto. Múltiples interrogantes despierta la interpretación de la inicial "M" grabada en el cuchillo. En ella se ha querido ver la designación de las palabras Mundus, Mortis e incluso del nombre del Anticristo, que según ciertas profecías medievales empezaría con esa letra.
El paisaje del infierno aparece dominado por la figura del “hombre-árbol”. Éste presenta su cabeza tocada por un plato que sirve de plataforma a un grupo de seres inquietantes que giran en torno a una monumental gaita, contrapartida de la ronda del deseo de la tabla central. Su cuerpo abierto muestra en su interior una escena tabernaria. Su sostén lo forman dos troncos de árbol muertos apoyados en barcas que flotan sobre las aguas negras y estancadas. Aunque algunos han creído ver en este rostro el autorretrato del pintor, testigo de los castigos infernales, su ubicación en el punto central del infierno tal vez sea un indicador de la presencia de la figura de Lucifer.
La escena muestra unos perros hurgando en el interior del vientre de un caballero, con un cáliz en la mano del que ha caído una hostia sagrada. Se interpreta como una posible condena del sacrilegio. Ésta y otras escenas tal vez sean no sólo la expresión plástica de la condena genérica de un determinado pecado, sino quizás de algún hecho real ocurrido en la sociedad de El Bosco. Nuevamente, como en el cuchillo, aparece la inicial "M" (¿Mundo, Muerte, inicial del nombre del Anticristo...?).
Una de las escenas más enigmáticas y sugerentes de la obra, aparece en la parte inferior: el  infierno musical. En éste, instrumentos musicales gigantescos se transforman en torturadores de los condenados. Podemos contemplar unos condenados crucificados, cual Cristo y el mal ladrón, en las cuerdas del arpa y en el mástil del laúd, u otro sodomizado por una flauta, portando otra como la cruz a cuestas. En esta escena quiere verse una condena de la música profana, a la que se asociaba frecuentemente a la lascivia.
Dos escenas observamos ahora. A la izquierda, un diablo mantiene obscenamente abrazada a una mujer cuyo rostro se refleja en las nalgas de un monstruo transformadas en un espejo esférico. Para el Bosco, como para toda la tradición medieval, el espejo es el instrumento favorito del demonio. El motivo se encuentra muy difundido en las estampas y en los dichos populares ("El espejo es el verdadero culo del diablo") cuando El Bosco lo incorpora en el tríptico.

En la derecha se aprecia el castigo de los avaros, representado por la saturnal figura de la "bestia-pájaro" que aparece devorando a hombres a los que expulsa por el ano. Éstos van a parar a un agujero lleno de monedas, defecadas también por un individuo en cuclillas.

En esta escena se critica la afición a los juegos.
La crítica a las faltas y costumbres de los clérigos es un tópico en la literatura y arte de su tiempo. El anticlericalismo de la obra de El Bosco no es más que la manifestación plástica de algo que es normal en la mística, dentro de la propia iglesia flamenca en particular y europea en general. En la zona inferior derecha, aparece un cerdo con toca de monja obligando a un hombre a firmar un documento. Se ha interpretado como la firma de un compromiso con el diablo, pero también puede aludir a documentación falsificada, sentencias incorrectas... y, por tanto, a la condena de jueces y notarios corruptos.