El jardín de las delicias. Detalles
La parte superior del panel central aparece organizada en torno a la Fuente de los Cuatro Ríos del Paraíso Terrenal. A cada río le corresponde una construcción, una puerta de salida. Esta es una falsa fuente del paraíso, inestable, irregular, amenazando ruina con sus paredes cuarteadas. En su interior una pareja se manosea y otro enseña el trasero. Otro elemento característico de las imágenes del Bosco lo constituyen los acróbatas. Durante la Edad Media (canecillos románicos, manuscritos) estos personajes, junto a los juglares, son un claro referente de la sexualidad y por ello frecuentemente son condenados por la iglesia.
En el centro del panel central se desarrolla la gran cabalgata del deseo, con los jinetes a lomos de las monturas de sus pasiones girando en círculo en torno a un estanque, la fuente del amor, donde se bañan varios grupos de mujeres, en espera de un encuentro que se adivina carnal. Los animales montados por los hombres (unicornios, leones, osos, toros, panteras, jabalís, grifos, cabras...) son evidentes símbolos de la lujuria. Las mujeres llevan casi todas algo sobre sus cabezas: pavo real, garzas, frutos caducos..., símbolos de la vanidad. Un hombre parecer no haber resistido la tentación y se precipita al agua, recibido por una muchacha. Otra se prepara a salir del agua. El que monta el unicornio de asta ramificada muestra una actitud masturbatoria. Otros (acróbata que ofrece su trasero a un ave de largo pico negro -arriba a la izquierda-) presentan inclinaciones sodomitas.
En este panel manifiesta de forma rotunda todo tipo de relaciones sexuales. Abundan las parejas heterosexuales en actitudes de claro contenido erótico, pero están también presentes con meridiana claridad alusiones a la homosexualidad (hombre agachado al que otro le inserta una flor en el ano), al adulterio (el marido engañado que lleva a sus espaldas a los amantes encerrados en un mejillón) y al onanismo.
Esta actitud del Bosco, complacientes en aquello que parece condenar, llevo a algunos autores como Fraenger a considerar demasiado alegremente que el Bosco pudo pintar esta obra como ilustración de los contenidos de la secta hereje de los “Adamitas”. La escena representaría el Paraíso sensual de los  adamitas, libre de prejuicios y frustraciones y en íntimo contacto con la divinidad a través del amor espiritual y físico. Los Hermanos del Espíritu Libre basaban su doctrina en la creencia de que tanto el bien como el mal dependen de manera exclusiva de la voluntad divina y de que, por tanto, el hombre no puede merecer la vida eterna por sus propios méritos. La humanidad, en consecuencia, estaba destinada a la salvación eterna y la existencia del infierno era una fábula. Para los adamitas, la represión del pecado (predestinado a producirse) era peor que el mismo pecado. El acto sexual era un placer paradisíaco. La unión del placer y el amor, sensual y espiritual, era el mejor de los medios para restablecer la inocencia perdida del Edén.

La opinión que ve en esta escena al marido engañado que lleva a sus espaldas a los amantes encerrados en un mejillón es casi unánimemente compartida.

En el paisaje del jardín de las delicias abundan plantas y frutas con evidentes connotaciones sexuales. Madroños, moras, grosellas, frambuesas, fresas, cerezas... son símbolos de la voluptuosidad y de los placeres que rápidamente caducan. Es también significativa la abundante presencia de pájaros (grullas, petirrojos...), animales consagrados desde antiguo a Afrodita y símbolos por tanto de la lujuria, que acercan con sus picos a los hombres el fruto deseado.
En las dos esquinas inferiores del jardín hay dos escenas que aportan claves para la comprensión del panel. Mientras casi todos los personajes del cuadro miran hacia el centro, el grupo de la parte inferior izquierda se abre a un exterior. Intenta dirigir ópticamente nuestra mirada hacia la tabla de la izquierda (el Edén). Señalando hacia la figura de Eva, se pone el acento en el papel que desempeña en el engaño de la tentación. 
En la parte inferior derecha, Adán y Eva (imagen superior) son testigos desde la entrada de la cueva de lo que ha acaecido al mundo por su causa. El dedo acusador de Adán (mirando al espectador) responsabiliza a la mujer.
En la obra del Bosco abundan los signos de inversión, el trueque de papeles y de acumulación de absurdos: gigantesco pájaro que lleva fruta a pequeños hombres ansiosos, que extienden su cabeza, no sus manos, para recibirla (abajo); hombre que sale de la cuba para recibir de otro ave la misma fruta; ciervo que se inclina sobre un hombre muerto, como si hubiera sido su cazador (junto a los ríos, en la parte superior del jardín). O, en el panel del infierno, la gigantesca liebre que ha cazado a un ser humano al que lleva colgado de un palo (arriba). 
Dentro de este mismo concepto del "mundo al revés" cabe entender el tamaño exagerado de pájaros, frutas y peces (característico por otra parte de la ornamentación marginal de los manuscritos de la época).