Y permanecía
allí desde hacía algún tiempo, cuando, cierto día que estaba solo, le
apareció un ángel del Señor, rodeado de una gran luz. Y, a su vista,
Joaquín quedó turbado. Pero el ángel apaciguó su turbación, diciéndole:
No temas, Joaquín, ni te turbe mi vista, porque soy un ángel del Señor,
enviado por Él a ti, para anunciarte que tus súplicas han sido
escuchadas, y que tus limosnas han subido a su presencia.... /... Y he
aquí el signo de la verdad de las cosas que te anuncio. Cuando llegues a
la Puerta Dorada de Jerusalén, encontrarás a Ana tu esposa, la cual,
inquieta hasta hoy por tu retardo, se regocijará sobremanera, al volver
a verte. Y, dicho esto, el ángel se separó de Joaquín. |