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En aquellos días, se
levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en
cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno,
e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo:
"Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde
a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la
que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte
del Señor!" Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu =
se alegra en Dios mi salvador. María permaneció con ella unos tres
meses, y se volvió a su casa.Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a
luz, y tuvo un hijo. San Lucas 1,39-47 y 56-57
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Subió también José
desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David,
que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. sucedió
que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del
alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales
y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban
por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del
Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de
temor. El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría,
que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal:
encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."
San Lucas 2,4-12 |
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Después
de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente
los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la
casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le
rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones:
oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no
regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
San Mateo 2, 9-12 |
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en
sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a
Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a
buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a
su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes,
para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del
Profeta: "Desde Egipto llamé a mi hijo". San Mateo 2,13-15.
La escueta
narración del evangelio no permitía que la inspiración artística cobrara vuelo. Pero
la imaginación popular superó este inconveniente y recurrió a
las fuentes tradicionales que han enriquecido y adornado al arte
cristiano: los Evangelios Apócrifos y las leyendas orales.
El episodio de la Huida a Egipto es uno de los que
más se ha beneficiado con el aporte -exuberante y fantasioso en
ocasiones- de las leyendas apócrifas. El tema
está tratado en el Protoevangelio de Santiago (siglo II), el Evangelio del
Pseudo Mateo (siglo VIII o IX), los Evangelios árabe y copto de
José el carpintero y los Evangelios árabe y armenio de la
infancia.
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Al
verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en
Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de
acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.Así se cumplió lo
que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una
voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no
quiere que la consuelen, porque ya no existen. San Mateo 2, 16-18
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Cuando se cumplieron los días
de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús
a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del
Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para
ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme
a lo que se dice en la Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén
un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la
consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido
revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber
visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y
cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley
prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
"Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se
vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado
a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria
de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados de lo que
se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
"Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y
para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te
atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones
de muchos corazones." Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había
vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y
cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en
ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a
Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de
Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor,
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. San Lucas 2, 22-39
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Sus padres iban todos los años
a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron
ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el
niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo
que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban
entre los parientes y conocidos;
pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió
que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio
de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían,
estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le
vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué
nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos
buscando." El les dijo: "Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais
que yo debía estar en la casa de mi Padre?" Pero ellos no
comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret,
y vivía sujeto a ellos. San Lucas 2,41-51 |
Sucedió que cuando todo el
pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración,
se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma
corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: "Tú eres
mi hijo; yo hoy te he engendrado." Tenía Jesús, al comenzar,
unos treinta años, y era según se creía hijo de José. San Lucas
3,21-23 |
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Tres días después se
celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.
Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como
faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús
su madre: "No tienen vino." Jesús le responde: "¿Qué
tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora." Dice
su madre a los sirvientes: "Haced lo que él os
diga." Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las
purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice
Jesús: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta
arriba. "Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala."
Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en
vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado
el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio. y le dice:
"Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el
inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora." Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales.
San Juan
2,1-11 |
Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su
hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con
sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, aquel a quien tú
quieres, está enfermo." Al oírlo Jesús, dijo: "Esta enfermedad no es de muerte, es para
la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella." Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en
el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: "Volvamos de nuevo a
Judea."
Le dicen los discípulos: "Rabbí, con que hace poco los judíos
querían apedrearte, ¿y vuelves allí?" Jesús respondió: "¿No son doce las horas del día?Si uno anda de
día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él." Dijo esto y añadió: "Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a
despertarle." Le dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, se curará." Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba
del descanso del sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis.
Pero vayamos donde él." Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos:
"Vayamos también nosotros a morir con él."
Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días
en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para
consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro,
mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría
muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá." Le dice Jesús: "Tu hermano resucitará." Le respondió Marta: "Ya sé que resucitará en la resurrección,
el último día." Jesús le respondió: "Yo soy la resurrección. El que cree en mí,
aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees
esto?" Le dice ella: "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo." Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído:
"El Maestro está ahí y te llama." Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde él.Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el
lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se
levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro
para llorar allí. Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y
le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto." Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la
acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: "¿Dónde lo habéis puesto?" Le responden: "Señor,
ven y lo verás."
Jesús se echó a llorar.
Los judíos entonces decían: "Mirad cómo le quería." Pero algunos de ellos dijeron: "Este, que abrió los ojos del
ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?" Entonces Jesús se
conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y
tenía puesta encima una piedra
39 Dice Jesús: "Quitad la piedra." Le responde Marta, la
hermana del muerto: "Señor, ya huele; es el cuarto día." Le dice Jesús: "¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria
de Dios?" Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto
y dijo: "Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos
que me rodean, para que crean que tú me has enviado."
Dicho esto, gritó con fuerte voz: "¡Lázaro, sal fuera!"
Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el
rostro en un sudario. Jesús les dice: "Desatadlo y dejadle
andar." Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo
que había hecho, creyeron en él. |
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Cuando llegaron a Jerusalén,
Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y
compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los
vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el
Templo. Y les enseñaba: "¿Acaso no está escrito: Mi Casa será
llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis
convertido en una cueva de ladrones". Cuando se enteraron los sumos
sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían
miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. San
Marcos 11, 15-18 |
Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a
Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus
discípulos, y les dijo: entrad en la aldea y luego que entréis en ella,
hallareis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado;
desatadlo y traedlo. Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decir
que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá. Fueron, y hallaron
el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo
desataron. Y unos de los que estaban ahí les dijeron: ¿Qué hacen
desatando el pollino? Ellos entonces les dijeron como Jesús había
mandado; y los dejaron ir. Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron
sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus
mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las
tendían por el camino. Y los que iban delante y los que venían detrás
daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en
las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo
mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania
con los doce. San Mateo 21, 1-11 |
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«El primer día de los ázimos, cuando se inmola la
víctima pascual, le dicen los discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a
prepararte la cena de Pascua?"
El despachó a dos discípulos encargándoles: "Id a la ciudad y os saldrá
al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidlo y donde
entre, decid al amo de la casa: de parte del Maestro, que dónde está la
sala donde va a comer la cena de Pascua con sus discípulos. El os
mostrará un salón en el piso superior, preparado con divanes.
Preparádnoslo allí".
Salieron los discípulos, se dirigieron a la ciudad, encontraron lo que
les había dicho y prepararon la cena de Pascua». San Marcos
14, 12-16)Yo he recibido una tradición,
que procede del Señor, y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor
Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y pronunciando
la Acción de Gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía".
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: "Este cáliz es
la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis,
en memoria mía. Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del
cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva».
San Pablo 1ª Corintios 11, 23
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Antes de la fiesta de la Pascua,
sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al
Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta
el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a
Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el
Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía,
se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la
ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los
discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a
Simón Pedro, y éste le dijo:
-«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo
comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: -«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y
la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los
pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios,
aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis
limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y
les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me
llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si
yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros
debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que
yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
San Juan 13, 1-15 |
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Entonces uno de los doce, que se
llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo:
¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta
piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.
San Mateo 26, 14-16 |
Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los
doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los
principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y el que le
entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es;
prendedle. Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le
besó. Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y
echaron mano a Jesús, y le prendieron. San Mateo 26, 47-50 |
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Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo
sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos.
Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y
entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. Y los
principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso
testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, y no lo hallaron,
aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos
testigos falsos, que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de
Dios, y en tres días reedificarlo. Y levantándose el sumo sacerdote, le
dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas Jesús
callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios
viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le
dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo
del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las
nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras,
diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He
aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Y
respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte! San Mateo 26,
57-66 |
Entonces los soldados del gobernador llevaron a
Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y
desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre
su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e
hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey
de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la
cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le
pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle. San Mateo
27, 27-31 |
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Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese
crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron. Y él, cargando su
cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota.
San Juan 19, 16-17 |
Y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a
cada lado, y Jesús en medio. Escribió también Pilato un título, que puso
sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. Y
muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús
fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en
hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales
sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él
dijo: Soy Rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, he
escrito. Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus
vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron
también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba
abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes
sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la
Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa
echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados. San Juan 19,
18-24 |
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Después de todo esto, José de Arimatea, que era
discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a
Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo
concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo,
el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto
de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de
Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es
costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido
crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el
cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la
preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba
cerca, pusieron a Jesús. San Juan, 19, 38-42 |
El primer día de la semana, María Magdalena fue de
mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del
sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo,
aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al
Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro
discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro
discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y
bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego
llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos
puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús,
no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces
entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y
vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era
necesario que él resucitase de los muertos. Y volvieron los discípulos a
los suyos. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y
mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos
ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la
cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido
puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han
llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho
esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era
Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella,
pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado,
dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María!
Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús
le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis
hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a
vuestro Dios. San Juan 20, 1-17 |
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Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la
mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no
habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por
todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y
fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y
estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera
demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán
sus manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido
arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. San Marcos
14, 14-19 |
Cuando
llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente
vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual
llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron
todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablasen. Hechos de los Apóstoles,
2, 1-4 |
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