Este retablo fue encargado por los herederos del doctor Zúmel que había comprado la capilla mayor de la parroquia de la Antigua en Valladolid para su enterramiento. En el testamento dispone que se haga también un sepulcro donde reposarán sus restos, cuya ejecución se encomienda igualmente a Juni. El monumentos funerario se ha perdido y el retablo fue trasladado en 1922 a la Catedral de Valladolid.
Renuncia en este retablo a la tradición plateresca y sustituye por vez primera en Castilla el balaustre por columnas corintias de fuste estriado. El manierismo arquitectónico vibra en su ensamblaje, hasta el punto de que los santos pugnan por no morir de asfixia, aplastado por los intercolumnios. El desbordado dramatismo que tensa todo el conjunto culmina en el desagarrado episodio del ático, con la Virgen desmayada bajo la cruz.