La historia mítica de
Laocoonte fue narrada por Virgilio en la Eneida. La presencia literaria
del sacerdote de Apolo fue vivamente agigantada cuando, en 1506, se
descubrió en Roma el grupo escultórico de Laocoonte y sus hijos mordidos
por las serpientes. La estatua, realizada en el siglo II a.c por
Agesandro, Atenodoro y Polidoro de Rodas, fue ensalzada ya en los
tiempos antiguos por Plinio el Viejo. En el momento del desentierro de
la escultura helénica se hallaba presente Miguel Ángel. La perfección en
la representación del cuerpo humano en esta obra generó una fundamental
influencia en la búsqueda de los artistas del Renacimiento de la exacta
proporción y armonía de la anatomía humana. Sin embargo, la inspiración
del Laocoonte del Greco no fue el relato de Virgilio, sino narraciones
más antiguas, como la de Arctinos de Mileto. También se ha querido
hallar similitudes entre su pintura y El Galo herido del Museo
arqueológico de Venecia. Al fondo encontramos una vista de Toledo, no de Troya, situando al caballo frente a la puerta de Bisagra. Sería lógico pensar en una interpretación intemporal de lo que le ocurrió a Laocoonte al aparecer la ciudad castellana. También podría ser una referencia a la tradición según la cual Toledo había sido fundada por dos descendientes de los troyanos, Telemón y Bruto. |
A la derecha, permanecen en pie dos figuras enigmáticas. Una masculina, otra femenina. La identidad de esta misteriosa pareja ha suscitado diversas interpretaciones, de índole pagana o cristiana. Cossío suponía que eran Apolo y Artemisa. Para otros, también podría tratarse de Poseidón y Casandra, Apolo y Antíope, París y Atenea, o incluso Adán y Eva. Quizá sea ésta última la hipótesis más correcta, al colocar a los primeros padres de la Humanidad -quienes también cometieron un grave error, costándoles la salida del paraíso- para otorgar un sentido católico a esta imagen profana. En cuanto a la presencia femenina, luego de una restauración del año 1955-56, se descubrió otra cabeza. La mujer presenta así una dualidad jánica: un rostro hacia adelante, y otro se extiende hacia atrás. La especulación respecto al significado de estas figuras enigmáticas y sus extraños detalles (como el brazo masculino que deviene nube, o la cabeza femenina doble), puede ser estéril si recordamos la fuerte posibilidad de que estas rarezas sólo se deban al hecho de que El Greco no alcanzó a terminar la pintura, pues murió en abril de 1614. |