Ingres,hijo de un escultor decorador que le inició en la música y la pintura, fue discípulo de David y tras una primera etapa en Roma de 1806 a 1824, dirigió la Academia francesa de la Villa Médicis (Roma, 1835-1841).  "El rotundo éxito que obtuvo con su purismo formal y la reiterada dedicación a las historias y mitos de la antigüedad grecorromana nos revelan el poderoso arraigo que todo ello mantenía activo en la mente francesa. Mas de ninguna de las maneras nos hace de Ingres una exacta prolongación del Neoclasicismo. Ingres es sabio, pero no "frío". Ingres posee la corrección hasta extremos de continua admirables, y, sin embargo, puede -porque debe...- "desdibujar" alguna de sus odaliscas bajo el febril fervor de un ensoñado espiritamiento carnal -femenino- que no teme atentar contra natura y la canónica proporción humana, de pretendida estirpe estatuaria." (Puente, J. de la)
Su pintura retorna una y otra vez, en el transcurso de su vida, al tema del desnudo femenino, revestido en ocasiones de exotismo oriental o de connotaciones literarias. El tema sólo es un pretexto para que el pintor se deleite en la obtención de unas cualidades mórbidas en el desnudo femenino, por medio de un claroscuro difuminado y virtuoso. El aspecto convincente del estudio anatómico queda anulado, no obstante, por la falta de contenido y la vaciedad de la expresión en el rostro de las figuras; a pesar del esfuerzo compositivo, sus cuadros revelan una falta de imaginación, aunque cabe contemplar a Ingres como un extraordinario dibujante e innovador de las fórmulas del realismo clasicista. Concibe el arte como pura forma: no intenta interpretar los sentimientos, la psicología..., del personaje; sólo pretende definir y establecer la forma. La primacía del dibujo y un carácter subsidiario del color son componentes básicos de su técnica.
"La Baigneuse de Valpinçon fue pintada en Roma en 1808, cuando triunfaba la poética canoviana de la "belleza ideal" a la que Ingres no era en absoluto insensible. Para Canova la belleza ideal estaba en la figura o, más exactamente, en la sublimación de la figura hasta su identificación con la idea transcendental de lo bello; el medio apropiado de esta búsqueda era, pues, la escultura, que aislaba a la figura de la contingencia de las condiciones ambientales. Ingres consideraba más apropiada la pintura que, naturalmente, representa a la figura junto con el espacio en que se encuentra. Para él, pues, lo bello o la forma no está en la cosa en sí, sino en la relación entre las cosas. Este conjunto de relaciones estará claro cuando todos los componentes de la forma (línea, claroscuro, color, luz) constituyan un todo unitario, una síntesis." (Argan, G.C.)
Veamos cómo consigue esta síntesis en la gran bañista. Si aislamos los contornos, las piernas parecen demasiado gráciles, la espalda demasiado ancha y la figura desproporcionada. Los contornos están en relación con el claroscuro que se va matizando desde la sombra de las piernas hasta la luminosidad de la espalda y el hombro. Este claroscuro es modulación luminosa, y la luz -que no procede de una fuente precisa- nace de la relación del color cálido y dorado de la piel con los grises fríos de los planos del fondo y con el verde aceituna de la cortina. Reduce a lo mínimo la escenografía: nada nos indica si la mujer se prepara para el baño o si sale de él (deducimos que se trata de un cuarto de baño por el grifo). Como discípulo de David, podemos ver un precedente de este cuadro en la muerte de Marat; sin embargo, cambia el tema: el personaje está falto de toda implicación ideológica y moral; las tonalidades son claras y transparentes. Evita la sugerencia emotiva y sensual presentando a la mujer de espaldas y sin movimiento: la figura está como suspendida en el limitado espacio lleno de luz fría. No tiene cara; sin embargo, junto a la nota más oscura del cuadro se halla la nota luminosa más alta, la tela de la cabeza. Ingres es el primero en comprender que la forma no es más que el producto de la manera de ver o experimentar la realidad propia del artista. Reduce el problema del arte al problema de la visión. Sus planteamientos tendrán repercusión e Degas, Renoir, Cézanne, Seurat y Picasso: lo "ingresco" ha sido y es una constante de las variables inquietudes de la contemporaneidad novecentista.