La última aportación de Goya a la Real Fábrica fue destinada al despacho del nuevo rey, Carlos IV, en san Lorenzo de El Escorial. Entre 1791 y 1792 hizo siete cartones que, por deseo del monarca, trataron asuntos "campestres y jocosos".

El mayor cartón, "La boda", destinado a presidir el despacho del rey, encierra una fuerte carga irónica que preludia la sátira amarga de los cuadros de "invención" de años posteriores.