En ambas figuras sorprende la extraña cabeza, casi de maniquí, inexpresiva y pegada de manera ilógica a un tronco, con el que no parece tenga mucho que ver. La maja vestida parece pintada algo después de la desnuda, entre 1802 y 1805. Los transparentes volantes de los almohadones, el breve bolero naranja con adornos en negro o la faja rosada, son dignos de mención entre la riqueza cromática que Goya desplegó a lo largo de su vida. Se la retrata mirando fijamente al espectador desde el lecho en que está recostada. Lleva un vestido muy ajustado, tanto en los pechos como en el sexo, lo que la hace más desnuda que la desnuda. Lleva unos zapatos dorados.  ¿Y el objeto rojizo que asoma bajo los cojines? Una daga o puñal acentuaría el tinte novelesco y erótico; un abanico sería más natural. Igual que con la desnuda se duda sobre el modelo, y se apuntan las mismas posibilidad de la desnuda: Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, duquesa de Alba. No obstante, dado que el primer propietario fue Godoy, se ha considerado más probable que la modelo directamente retratada haya sido la entonces amante y luego esposa del propio Godoy, Pepita Tudó. En todo caso, no se trata de un tipo de "maja" popular en términos típicos, si se comparan atuendo y figura con las de las protagonistas de tantos cartones de tapicería; no obstante, tampoco hay una visión distinguida acorde con los cánones de la época, ya que el ropaje está a mitad de camino entre la indumentaria de las "damas principales" y el atuendo de las clases menos atendidas por la fortuna, aunque con una dignidad de porte sumamente especial.

La maja vestida, fotografiada al sol, por J. Laurent hacia el año 1868, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El negativo original se conserva en la Fototeca del IPCE.