Micenas. Entrada por las muralla a la cisterna

Hacia el 1600 a.C., algo sucedió en el área del mundo griego que trastornó su desarrollo posterior. Aunque no se sepa con exactitud, sí que tenemos claras algunas de las consecuencias. Micenas se convirtió en un centro de riqueza y poder, y en una civilización basada en la fuerza de su ejército. Se pone de manifiesto en las tumbas que, dispuestas en forma de círculo, se caracterizan por los numerosos objetos depositados (espadas, adornos de oro...) y por la voluntad de resaltarlas, signo indiscutible de una voluntad de inmortalizar poder y autoridad.
A menudo se relaciona este cambio con la llegada de pueblos que conocían el carro de combate y la espada larga. De la presencia del caballo y del carro de combate cabe establecer, como hipótesis, que su uso era claramente militar ya que la técnica del carro exige un aprendizaje y, por lo tanto, una especialización; además, un ejército de estas características supone la existencia de un estado centralizado y potente, así como una autoridad única.
Y precisamente los aqueos, artífices de la cultura micénica y sustitutos de los minoicos en el Mediterráneo oriental, presentan un modelo de sociedad claramente estratificada y gobernada por la clase de guerreros sometidos a un jefe o rey (llamado ánax), quien asume el poder con el apoyo de la aristocracia guerrera (los especialistas de los carros de combate) y de una burocracia, así como centrada socialmente y económicamente en torno del palacio, que desempeña un papel político, económico, administrativo, militar y religioso. El rey concentra y unifica todo el poder, y controla y reglamenta, con la ayuda de los escribas que usan la escritura conocida como lineal B, todos los sectores de la vida económica. Este sistema de monarquía micénica permite y posibilita establecer un control riguroso del estado sobre un extenso territorio, así como concentrar los recursos y las fuerzas militares, lo que facilita la expansión, y organizar expediciones colonizadoras a la búsqueda de metales.
El signo visible de esta concentración de poder lo encontramos en las tumbas de tholos