En el techo de los policromos hay 25 animales, caballos y bisontes, que miden entre 1,25 y 1,70 metros de longitud, y una cierva, de más de dos metros. Primero se grabó el contorno y se dibujó a línea negra con carbón; después se rellenó el espacio con pintura roja o amarillenta. En algunos bisontes se marcó con pintura negra el cambio de coloración de su vientre o se utilizó el lápiz de carbón para detallar el pelo o la joroba. Además, el grabado se utilizó en ojos, cuernos, pelo del cuello, etc., como se podrá comprobar en imágenes ingeriores. Es inexacto llamarlo techo de policromos pues solo se utilizan dos pigmentos: el negro de carbón y óxido de hierro rojo o pardo, aplicados directamente o disueltos en agua. La impresión de policromía surge al añadirse el color de la roca para que rojo y negro no choquen cromáticamente. |
Vista del techo policromo (arriba). En primer plano están los tres bisontes encogidos ejecutados sobre pronunciados volúmenes naturales del techo que, junto con las grietas se utilizaron para dar volumen o para dibujar el contorno de las figuras. |
Si no encuentras la cabeza de un caballo, mira el perfil de la lámina inferior. |
Gran cabeza de caballo (arriba) situada entre el bisonte que galopa y el de la cabeza vuelta. Para ver mejor la cabeza, tal vez te pueda ayudar el contorno en blanco realizado en la lámina superior. |
Bisonte pintado en negro de carbón y ocre amarillo (arriba). Esta figura es la única con un color diferente al resto de los bisontes. Bajo sus patas delanteras está la cabeza en negro del gran bóvido. |
Bisonte hembra parado (arriba). Debajo, detalle de la cabeza, con grabados notables en torno al ojo. En esta figura, una de las más representativas de Altamira, el pintor encajó la parte frontal de la cabeza del animal en una grieta. La resolución de su potente cuerpo aporta detalles plásticos que están presentes en muchos de los bisontes del techo policromo. Mide 164 cm. de longitud. |
Bisonte que muge (arriba). Esta figura tiene todos los datos plásticos de los demás bisontes, pero le falta la incorporación del ocre rojo, como si el autor lo hubiera dejado inacabado involuntariamente. Está "construido" encajando el contorno de su espalda en la parte inferior de un saliente del techo. |
Bisonte parado (arriba). Está situado en un suave volumen del techo que coincide con el torso del bisonte, lo que le confiere cierto poder. En esta figura el autor no dibujó los cuernos, pero sí los grabó, como se puede apreciar viendo la obra en detalle. |
Gran bisonte macho (arriba). La figura más poderosa del panel de los policromos de Altamira. |
Bisonte dibujado con negro de carbón (arriba). Esta figura, ejecutada con unas características similares a las del resto de los bisontes, carece, sin embargo, de la pintura en ocre rojo, quizá el autor la dejó inacabada. |
En el esquema general del techo policromo de la cueva de Altamira, el tema básico es la combinación de bisonte-caballo. En Altamira aparecen dos caballos en este panel principal. A uno de ellos sólo se le representa la cabeza. El otro caballo, más completo, aunque desprovisto de pezuñas, es el que vemos ahora. En su interior está pintada una cierva pequeña, muy difícil de ver ya en la actualidad. Esta cierva sería el tercer animal, complementario, que aparece en el techo pintado. Con ello tendríamos el esquema básico compositivo de Altamira (bisonte-caballo, con el complemento de la cierva), semejante al de otras muchas cuevas. |
Gran cierva (arriba). La figura pintada de mayor tamaño en toda la cueva de Altamira, mide 225 centímetros de longitud. Una vez grabado el perfil del animal, el pintor acentuaba el contorno con ocre negro, y con acres amarillentos y rojizos representaba las sombras y medias tintas. El efecto de realismo o verismo de esta cierva viene acentuado por la posición en perspectiva del animal y por el suave volumen de la pintura. Esta cierva constituyó para Marcelino Sautuola, descubridor de las pinturas de la cueva en 1879, uno de sus problemas. Los grandes críticos franceses de la época, contrarios a admitir la existencia de unas pinturas de la prehistoria, acusaron incluso a M. Sautuola de haberlas pintado él mismo o de ser obra de la época romana. Incluso enviaron al paleontólogo Harlé en 1881 a ver las pinturas. Cuando contempló esta cierva se afirmó más en su idea de la imposibilidad de que hombres prehistóricos fueran capaces de conseguir tal perfección. Hubo que esperar a que aparecieran en Francia una serie de cuevas con pinturas prehistóricas para que se aceptara la autenticidad de Altamira. Pero para entonces, M. Sautuola ya había muerto. Déchelette llamó a la bóveda de Altamira "la capilla sixtina del arte cuaternario". |
Este bisonte revolcándose, pintado en la cueva de Altamira (Cantabria), presenta una característica que llama la atención. El bisonte está en una posición insólita, cuando la inmensa mayoría de las figuras paleolíticas están vistas de perfil, pero en una posición que podríamos considerar normal. Sin embargo, no son infrecuentes las representaciones de animales en posición insólita. Lo que sí es raro, y este es uno de los pocos casos de los que disponemos, es que el animal esté en posición insólita y a la vez animado. No se sabe el motivo de esta forma de figuración. Todas estas figuras parecen tener un carácter anecdótico, y están tal vez, motivadas por la posición del soporte o por un mejor aprovechamiento de espacio mural. En todo caso, este bisonte constituye un ejemplo interesante de animación de una figura, cosa que no es rara en el paleolítico. |
Bisonte encogido (dos imágenes superiores). Una de las figuras más atractivas de toda la pintura rupestre. Ejecutado en una protuberancia del techo, el pintor la encajó adaptando su anatomía a la misma, sin perder por ellos sus proporciones anatómicas. |
Detalle de la cabeza del bisonte que marcha (arriba); está situado entre el que vuelve la cabeza y el caballo. Se puede apreciar el intenso esgrafiado de la cabeza, y el ojo profundamente grabado. |