En la cueva de La Peña de Candamo se da un ciclo artístico de larga duración que abarcaría desde momentos gravetienses a fases finales del Magdaleniense (22.590-10.870 BP). Esta amplia cronología unida a la calidad de algunas de las representaciones hace que la cueva de La Peña pueda ser considerada como uno de los grandes santuarios del arte paleolítico europeo. La cueva tiene unos 60 metros de largo. Las manifestaciones artísticas se distribuye en tres zonas: la galería con signos rojos, el Salón de los Grabados y El Camarín

Salón de los Grabados

En el llamado Salón de los grabados, amplio espacio en el que se identifican seis espacios gráficos de derecha a izquierda de la sala, está es mogote estalagmítico: pequeña colada con grabados anchos y profundos en los que se identifican dos cabezas de caballo y una cierva.

El resto del panel muestra un confuso conjunto de representaciones a base de puntuaciones y trazos lineales pintados junto a grabados zoomorfos en los que se identifican varios uros, bisontes, ciervos, caballos, cápridos y un dudoso jabalí. Entre ellos destacan dos figuras. El ciervo (imagen superior) con la cabeza vuelta que muestra la presencia de trazos lineales que convergen en el cuerpo del animal e identificados como posibles lanzas, y el gran uro (imagen inferior).

Entre las figuras también destaca un antropomorfo.

Caballo del talud de la Sala de los Grabados.

El Camarín
El camarín es una pequeña oquedad localizada a gran altura y enmarcada por dos coladas estalagmíticas. Aunque el contenido gráfico se reduce a seis animales (cuatro caballos, un uro y un bisonte), la calidad artística de uno de los caballos hace que este espacio sea uno de los más singulares de toda la cueva.
El caballo, pintado en ocre y que ocupa una posición central dentro del Camarín, fue realizado dentro de un auténtico proyecto escenográfico que implicó la ruptura de elementos naturales (pequeños crestones calcíticos) para hacer que la figura fuese perfectamente visible desde el suelo de la sala principal.