Habitación de Felipe II |
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Los Cuartos Reales son el
conjunto de habitaciones que ocupaban el rey y su familia cuando acudía
al Monasterio. Se construyeron en dos pisos
alrededor del presbiterio de la iglesia y en torno al patio de
Mascarones (arriba), un singular patio interior que fue diseñado por Juan
Bautista de Toledo y en cuyo centro se sitúan dos fuentes con surtidores
en forma de mascarones. |
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Una de las salas más interesantes es el Cuarto del Rey,
que está dividido en cuatro piezas: la sala principal, la alcoba, el
escritorio y el oratorio. Se siguió el mismo esquema
arquitectónico que quiso Carlos V para el Palacio de Yuste, con el
objetivo de facilitar la comunicación con la iglesia. Esta circunstancia
permitía al monarca seguir directamente los actos litúrgicos desde sus
habitaciones. |
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Los muros y bóvedas están enlucidos de blanco con un
zócalo de azulejos de Talavera, que es su único adorno, sirviendo de
despacho al rey. Varios sillones fraileros con una banqueta para la
pierna enferma y la estantería con sus libros preferidos, son los
recuerdos personales del monarca. Junto a la pared, la silla de mano de
Felipe II. |
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Las
habitaciones son amplias y llenas de luz. Los
zócalos son de azulejos de Talavera y sus suelos de baldosa de barro. La
decoración actual no es la "original", pero sí que introduce de lleno en el
ambiente austero que tuvieron a finales del siglo XVI. Esta comunicación entre el
espacio sagrado y el profano, con decoraciones radicalmente diferentes
pero ambas destinadas al propio rey -la basílica de El Escorial no era
de culto público, sino que se comportaba como una descomunal capilla
privada- nos ayuda a comprender la compleja personalidad de Felipe II. |
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En la
alcoba real se puede contemplar todavía la cama del monarca, en la que
murió un sábado 3 de septiembre de 1598 a las cinco de la mañana. La
cama, que se encuentra colocada sobre una tarima de cordobán del siglo XVI, fue construida
de madera de nogal y está vestida con tapicerías flamencas del mismo
siglo. La colocación del lecho se tuvo que adaptar al deseo del Rey de
poder ver el altar mayor de la iglesia desde su cabecera. El monarca
solía seguir la misa desde el oratorio, una pieza que se sitúa entre la
alcoba y el Presbiterio. . |
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