A partir de 1550, Miguel Ángel ya sólo realiza variaciones sobre un tema iconográfico que le ha conmovido desde la juventud: la Piedad de María. El primer grupo, en orden cronológico, es el de la catedral de Florencia, concebido para que presidiera su enterramiento. El artista tiene setenta y cinco años y se autorretrata en la figura de Nicodemo, con el rostro deformado por el puñetazo que le propinó Torrigiano en una reyerta de muchachos, cuando, de jóvenes, estudiaban los frescos de Masaccio en la Capilla del Carmen. Pero al intentar dar una variación a las piernas de Cristo, el mármol se quebró; irritado, lo abandona, terminándolo su discípulo Tiberio Calcagni.