Iconografía |
El cuadro representa el nacimiento mitológico de la diosa Venus (Afrodita en Grecia). Tras cortar y arrojar Cronos los testículos de su padre, Urano, al mar, Venus nace de la espuma de ese mar cerca de Pafos (Chipre). Pero más que El nacimiento de Venus habría que titularla La llegada de Venus a Citerea después de nacer en el mar. Es empujada por Céfiro (viento del Oeste) y por Cloris (diosa de la brisa) sobre una concha (símbolo de la fecundidad) hacia una playa donde la recibe Flora (diosa de la vegetación y la Naturaleza) identificada con la primavera (estación del amor) entre una lluvia de rosas (símbolo también sel amor). Desde la Roma clásica no se había representado a esta diosa pagana desnuda y de tales dimensiones. El desnudo femenino, considerado pecaminoso en el arte medieval cristiano, se recupera en el Renacimiento como símbolo de inmaterialidad. Esta Venus no representa el amor carnal o el placer sensual sino que, con su postura y sus facciones finas, se acerca más al ideal de inteligencia pura o saber supremo (ver más abajo). |
Hay varios pasajes literarios tras este cuadro. El más antiguo se encuentra en la Teogonía, libro escrito por Hesíodo; aunque Botticelli hace algunas modificaciones importantes respecto a lo que allí se cuenta. Por ejemplo, la diosa nace en una concha, no en la espuma. También las Horas que siguen, reciben y visten a Venus, han pasado de tres (Eunomía, Dice e Irene) a una, Flora. A la misma época de Hesíodo pertenece el Segundo Himno homérico a Afrodita, uno de los poemas épicos cortos griegos atribuidos en la antigüedad a Homero. Y este texto es el que sigue Angelo Poliziano (Giostra, stanze 99-102), humanista y poeta del siglo XV, en el que se inspira directamente Botticelli. "Cuantos nacieron de Gea y Urano, los más terribles de los hijos, estaban irritados con su padre desde el comienzo, pues cada vez que iba a nacer uno de éstos, Urano los ocultaba en el seno de Gea, sin dejarlos salir y se complacía en su mala acción. La monstruosa Gea en su interior se lamentaba oprimida y tramó una malvada artimaña. Tras haber creado al punto una especie de blanco acero, fabricó una gran hoz y explicó el plan a sus hijos. Les habló valerosa pero afligida en su corazón: "Hijos míos y de orgulloso padre. Si queréis obedecerme, vengaremos el malvado ultraje de vuestro padre, pues él fue el que empezó a maquinar obras indignas". Así dijo y, como es natural, de todos se apoderó el temor, de modo que ninguno se atrevió a contestar; pero el poderoso Crono, astuto, cobrando ánimo, al punto respondió a su respetable madre: "Madre, te prometo que puedo realizar este trabajo, puesto que no siento preocupación alguna por nuestro odioso padre, ya que fue el primero en maquinar obras indignas". De este modo se expresó y la monstruosa Gea mucho se alegró en su mente. Tras ocultarlo, lo colocó para la emboscada; puso en su mano una hoz de agudos dientes y le enseñó todo el engaño. Vino el poderoso Urano trayendo la noche y deseoso de amor se echó sobre Gea y se extendió por todas las partes. Su hijo desde la emboscada lo alcanzó con la mano izquierda, a la vez que con la derecha tomó la monstruosa hoz, larga, de agudos dientes, y a toda prisa segó los genitales de su padre y los arrojó hacia atrás... En cuanto a los genitales, desde el preciso instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto , fueron luego llevados por el piélago (mar) durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una muchacha. Primeramente navegó hacia la divina Citerea; luego, desde allí, se fue a Chipre, rodeada de corrientes. Salió del mar la respetable bella diosa y bajo sus delicados pies a ambos lados la hierba crecía. Afrodita, diosa nacida de la espuma, y Citerea, ceñida de bella corona, suelen llamarla tanto dioses como hombres, porque en medio de la espuma se formó, pero también Citerea, porque a Citerea se dirigió. Ciprogénea, porque nació en Chipre de muchas olas, y Filomena, porque nació de los genitales. La acompañó Eros y la siguió el bello Hímero al principio cuando nació, y luego en su marcha hacia la tribu de los dioses. Y estas atribuciones posee desde el comienzo y ha recibido como lote entre los hombres y dioses inmortales: las intimidades con doncellas, las sonrisas, los engaños, el dulce placer, el amor y la dulzura". Hesíodo, Teogonía. "Cantaré a la de áurea corona, veneranda y hermosa Afrodita, a quien se adjudicaron las ciudadelas todas de la marítima Chipre, adonde el fuerte y húmedo soplo del Céfiro la llevó por las olas del estruendoso mar entre blanda espuma; las Horas, de vendas de oro, recibiéronla alegremente y la cubrieron con divinales vestiduras, pusieron sobre su cabeza inmortal una bella y bien trabajada corona de oro y en sus agujereados lóbulos flores de oricalco y de oro precioso, y adornaron su tierno cuello y su blanco pecho con los collares de oro con que se adornan las mismas Horas, de vendas de oro, cuando en la morada de su padre se juntan al coro encantador de las deidades. Mas, así que hubieron colocado todos estos adornos alrededor de su cuerpo, lleváronla a los inmortales: éstos, al verla, la saludaron, le tendieron las manos, y todos deseaban llevarla a su casa para que fuera su legítima esposa, admirados de la belleza de Citerea, de corona de violetas. Salve, diosa de arqueadas cejas, dulce como la miel; concédeme que alcance la victoria en este certamen y da gracia a mi canto. Y yo me acordaré de ti y de otro canto". Himno homérico a Afrodita.
Oricalco: metal legendario; el segundo
más valioso. |
Un pasaje de Plinio (filósofo del siglo I d.C.), muy citado en el Renacimiento, cuenta que Praxiteles esculpió dos estatuas de Venus, una vestida y la otra desnuda. La desnuda fue rechazada por los habitantes de Cos, pero, aceptada por los de Cnido, se la llamó Venus celeste. De esta forma, el contraste entre la desnudez o no desnudez se encuentra asociado con el contraste entre "Venus celeste" y "Venus vulgar". Este contraste aparece en el discurso de Pausanias en el Banquete de Platón. Tanto en esa obra, como en el comentario que sobre él hizo Marsilio Ficino (siglo XV) y que influyó mucho en el Renacimiento, la Venus terrena fue concebida por Zeus y Hera (Júpiter y Juno), mientras que la Venus celeste, la mayor de las dos, carecía de madre y había surgido milagrosamente del océano cuando cayeron en él los genitales de Urano, el dios del cielo. Mientras la Venus celeste nos lleva a un reino más allá de los sentidos, la Venus terrena rige el mundo de los sentidos. Sobre esta diferencia ha realizado Botticelli dos obras supremas de la pintura universal. en el nacimiento de Venus se va a la Venus celeste llevada a la orilla sobre una conche; en El reino de Venus, más conocido como El nacimiento de la Primavera, la Venus terrena reina con elegancia sobre la tierra florida. |
"Hay, entonces, dos Venus en el alma: la primera, Celeste, la segunda, Vulgar. Ambas tienen un amor. La Celeste para conocer la Belleza divina, la Vulgar para generarla en la materia del mundo. Pues tal como aquélla ve aquel decoro, ésta lo quiere dar a la máquina del mundo en la medida de sus fuerzas. Es más, tanto una como otra son llevadas a generar belleza, pero cada una a su modo. La Celeste se esfuerza en pintar en sí con su inteligencia de manera muy exacta la belleza de las cosas superiores. La Vulgar, gracias a la fecundidad de las semillas divinas, se esfuerza en que se manifieste en la materia mundana la Belleza divina, concebida en sí por voluntad divina." Marsilio Ficino, De Amore. |
Cubre con sus largos y rubios cabellos sus partes íntimas, aunque la larga cabellera, colocada en la entrepierna, acaba recordando al vello púbico, cuya representación estaba prohibida. Los pies de Venus no pretenden sostener el cuerpo, pues este carece del aplomo tan apreciado en el arte clásico; en vez de ello, el cuerpo se desplaza hacia la derecha y los pies parecen flotar, sin negar la sensualidad en la fluidez de su cuerpo. |
La figura de Venus, cuya postura se inspira en las Venus púdicas, muestra el ideal de belleza femenino de la época, con una piel blanca con tonalidades ligeramente amarillas y rosáceas y una larguísima cabellera pelirroja que se mueve por efecto del viento, ilustrando fielmente lo que ya defendiera Alberti en su tratado De pictura: "Deseo (...) que los cabellos (...) se enrosquen como si fueran a anudarse, que ondulen en el aire imitando las llamas, que tan pronto se escurran como serpientes por debajo de los otros cabellos como que se levanten por todos lados". |
En el Renacimiento, el dibujo (disegno) fue concebido como el padre de las artes visuales. Por eso, en la pintura florentina del siglo XV y en la romana del XVI predominó el dibujo en el contorno y diseño de los personajes y de las composiciones sobre un uso espontáneo del color. Con el desarrollo de la escuela veneciana a finales del XVI el color comenzó a imponerse sobre el dibujo. Botticelli consigue una figura magnífica aunque el modelado es algo duro al reforzar los contornos con una línea oscura, como si se tratara de una estatua clásica. El dibujo está animado con un claroscuro de tan leves gradaciones que la carne adquiere irisaciones nacaradas. |
Los modelos |
La pose de la Venus de Botticelli (2) es una reminiscencia de una Venus de la colección Medici (3), una escultura de mármol de la antigüedad clásica que Botticelli tuvo oportunidad de estudiar. Se repite una postura típica en las estatuas romanas de las conocidas como Venus Púdicas que arrancan de la Venus de Cnido (1), original de Praxíteles. Se reconoce por la posición de los brazos: de pie tras un baño, Venus empieza a cubrir sus pechos con la mano derecha y su pubis con la izquierda. A la derecha (4), la Venus Púdica realizada por Menophantos en el siglo I, encontrada en San Gregorio al Celio y que se encuentra actualmente en el Museo Nazionale Romano. |
Simonetta Cattaneo, llamada Simonetta Vespucci después de su matrimonio, fue una musa y modelo de los artistas del Renacimiento italiano. «La bella Simonetta», como se la conoce, nació en 1453 o 1454. Fue retratada por Sandro Botticelli en varias ocasiones; la más célebre, en el famoso cuadro El nacimiento de Venus. En abril 1469, con 16 años de edad, contrajo matrimonio con su coetáneo Marco Vespucci. Fue descubierta por Sandro Botticelli y otros artistas prominentes que visitaban Florencia. Muy pronto todo noble en la ciudad quedó loco por ella. Simonetta murió el 26 de abril de 1476, presuntamente de tisis; apenas tenía 23 años de edad. |
Otros integrantes del cuadro: Céfiro, Cloris y Hora Primavera |
Céfiro, más a la izquierda, también conocido como el hijo de Aurora (el alba), es el Viento del Oeste. Abrazada a él está Cloris. Era la ninfa de la brisa y consorte de Céfiro. Su nombre también significa pálido. Los romanos la apodaron Flora, pero también la han identificado con Aura, diosa de la brisa. En la imagen de los Céfiros, una de las figuras es femenina, cuando el viento es singular en la Antigüedad. Se puede suponer, como hipótesis, que es una pareja de amantes. Aunque podría explicarse, siguiendo a Ovidio, que uno es Cloris, una ninfa casada con Céfiro, el dios-viento favorable al que dio muchos hijos, recibió de su marido el imperio de las flores. Los romanos la veneraban con el nombre de Flora. Tal vez hace alusión a la perfecta comunidad de bienes en el amor, homenaje al Neoplatonismo. |
Esta pintura no es cristiana, por lo tanto no existen ángeles. La pareja tiene alas porque vive en el cielo. Boticcelli quiso diferenciar dos tipos de vientos de diferente fortaleza. Por esta razón, los pintó como un hombre y una mujer. Tradicionalmente las figuras masculinas se pintaban con una piel mate más oscura como si hubieran sido bronceadas por el sol. Las mujeres se mostraban usualmente con una piel mas clara como si siempre se protegían del sol. Así es como aparecen mas suaves, delicadas y frágiles. A su alrededor caen rosas, flores sagradas de Venus, creadas al tiempo que la diosa del amor, que con su belleza y fragancia son el símbolo del amor, y con sus espinas nos recuerdan el dolor que éste puede acarrear. |
La Hora Primavera era una de las tres gracias, tradicionales compañeras de Venus. Su vestido es banco y está bordado con acianos; lleva un cinto de rosas (flor de Venus), y en el cuello luce una elegante guirnalda de mirto (planta de Venus). En su vestido y en la túnica que va a poner sobre Venus hay dibujadas muchas flores primaverales porque Venus nació en la primavera. |
Entre sus pies florece una anémona azul que refuerza la idea de la llegada de la primavera. Esta Hora se encuentra en las puntas de sus dedos de los pies (paso de pie de danza), para no perderse la llegada de Venus. |
El paisaje |
La naturaleza no es el tema principal del cuadro, por eso Boticelli no necesita hacer una fiel replica del mar. Para imitar las olas reales del mar creó un patrón en forma de V. Están todas muy estilizadas y, a medida que se alejan en la distancia, se reducen de tamaño. Solamente cambian la formas las que están cerca o debajo de la concha. |
El cuadro y el número áureo |
El cuadro se pintó al temple sobre lienzo entre 1482 y 1485. La composición es triangular y simétrica. La figura central es la diosa, muy serena; y la tensión y el movimiento lo dan los dos conjuntos de la derecha y la izquierda, Cefiro y Cloris completamente enlazados y flotando y la Hora Primavera envuelta en amplios y vaporosos ropajes movidos por el viento. Las dos masas de figuras están perfectamente compensadas. A la horizontalidad de la línea del mar opone la verticalidad de los árboles de la derecha. El análisis de la geometría de esta obra es interesante porque permite comprobar que la posición de Venus se ha desplazado con respecto a la línea central precisamente lo necesario para trasmitir una sensación de movimiento desde un punto de partida central, tal como lo exigen los céfiros, cuyo aliento empuja la concha hacia la playa. El efecto expresivo se consigue con la relación dialéctica que existe entre el dinamismo de las figuras secundarias y la inmovilidad de Venus, navegando majestuosamente hacia tierra. |
El número áureo, también llamado razón áurea, razón dorada, media áurea, proporción áurea y divina proporción, fue extensamente empleada en la antigüedad clásica y en el renacimiento. La Divina Proporción describe una relación especial entre las partes de uno o varios cuerpos, cuya razón queda expresada por el número irracional Φ (1,618033...). Este número, además de en la naturaleza, aparece con mucha frecuencia en el arte y la arquitectura. Por algún motivo, las figuras que están “proporcionadas” según el número áureo nos resultan más agradables. En este caso, la razón entre el lado mayor del cuadro y el menor es 1,61449275...; prácticamente el número Φ, el numero de oro, a menos de milésimas. |
El cuerpo humano incluye muchísimas referencias a este "número áureo". En un cuerpo humano desnudo, si dividimos su altura total en dos partes según la "divina proporción", el punto "áureo" es exactamente el ombligo; es decir; en las personas con un cuerpo perfecto, la proporción entre su altura total y la altura del ombligo es exactamente φ (1,61890339). El punto inicial de crecimiento dentro del claustro materno es el ombligo, pero en los adultos no se encuentra en la mitad del cuerpo (a 0,5), sino exactamente a 1/φ=0,6180339 de su altura total. |
La mano con la que Venus cubre su pecho, da origen a una espiral logarítmica que guía nuestra mirada y que tiene su polo en los labios de la bellísima modelo. Aunque su cuello es anormalmente largo, consigue así orientar la cabeza de la diosa cerrando esta hermosa forma curva espiral. El pelo de la bella Simonetta esta lleno también de espirales doradas y la equilibrada situación de los personajes que parecen flotar alrededor de la Diosa sigue los contornos armoniosos de varias curvas espirales semejantes. |
La relación de espacio entre los pies y el
ombligo y la cabeza es de 0,618; que es la misma relación que hay entre
el cuello del fémur y la rodilla y la longitud de la pierna entera y la
misma que hay entre el codo y la punta del dedo medio y la longitud del
brazo.
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El cuadro en el museo |
El cuadro se conserva en la Galería de los Uffizi, Florencia. |