Virgen del Magnificat (1481-1485)
El tondo o cuadro circular conocido como La Virgen del Magnificat, de la Galería de los Uffizi, está realizado al temple sobre tabla. Fue pintado en 1481. La escena se enmarca sin problemas gracias al ritmo de la línea, siendo una obra en la que predominan las curvas (en los rizos, los brazos, las manos, el río). No obstante, sí aparece un poco forzada la introducción del ángel de la extrema izquierda, que corona a la Virgen. Se representa a la Virgen María coronada por dos ángeles. La pintura representaría a la familia de Pedro de Cosme de Médici, señor de Florencia desde 1492. Su esposa, Lucrezia Tornabuoni como María, Lorenzo de Médici como el joven con el tintero, flanqueado por su hermano Juliano de Médici quien sostiene un libro. Detrás de estos dos chicos estaría María, mientras que las dos hermanas mayores estarían sosteniendo la corona en la parte trasera: Blanca a la izquierda y Nannina a la derecha. El recién nacido sería la hija de Lorenzo, Lucrecia de Médici.
El título del cuadro proviene de lo que la Virgen está componiendo, guiada por la mano del Niño: el himno que comienza "Magnificat", sobre un libro de pergamino.
Virgen de la granada (1487)
El tondo o cuadro circular conocido como La Virgen de la granada, de la Galería de los Uffizi, está realizado al temple sobre tabla. Fue pintado en 1487. Están presentes los atributos típicos de la Virgen: las rosas y los lirios. El Niño Jesús, cuya mano se alza bendiciendo, permanece seguro en los brazos de María, pero la expresión triste y melancólica de las caras de su madre y del niño se pretende que recuerden al observador los tormentos que Jesucristo sufrirá en el futuro.  Las Vírgenes de Botticelli reflejan una relación más intelectual que afectuosa entre Madre e Hijo, a diferencia de lo que ocurre con las Vírgenes pintadas por Rafael Sanzio, que suelen mirar a su hijo y colaborar en sus juegos con una cierta sonrisa.
Además, aquí, el Niño y la madre sostienen una granada abierta, símbolo de plenitud espiritual; también simboliza la fecundidad y de la abundancia y, en la iconografía cristiana, suele hacer referencia a la Pasión de Jesucristo, con la profusión de semillas significando la plenitud del sufrimiento de Cristo.