La figura de Cristo juez, curiosamente sin barba, se sitúa en el centro de la composición y todo parece girar en torno a él en busca terrible, hasta el punto de que incluso la Virgen María a su lado tiene una expresión de preocupación. Las figuras de los santos y de los mártires son especialmente su corte y hacen alarde de sus instrumentos de tortura para enfatizar que, si se han ganado la salvación a través de ellos, para todos los demás es la hora de la verdad, por lo que cada human debe ser juzgado por su trabajo en el mundo.