Un pasaje de Plinio, muy citado en el Renacimiento, cuenta que Praxiteles esculpió dos estatuas de Venus, una vestida y la otra desnuda. La desnuda fue rechazada por los habitantes de Cos, pero, aceptada por los de Cnido, se la llamó Venus celeste. De esta forma, el contraste entre la desnudez o no desnudez se encuentra asociado con el contraste entre "Venus celeste" y "Venus vulgar". Este contraste aparece en el discurso de Pausanias en el Banquete de Platón. Tanto en el Banquete, como en el comentario que sobre él hizo Marsilio Ficino y que influyó mucho en el Renacimiento, la Venus terrena fue concebida por Zeus y Hera (Júpiter y Juno), mientras que la Venus celeste, la mayor de las dos, carecía de madre y había surgido milagrosamente del océano cuando cayeron en él los genitales de Urano, el dios del cielo. Mientras la Venus celeste nos lleva a un reino más allá de los sentidos, la Venus terrena rige el mundo de los sentidos. Sobre esta diferencia había realizado Botticelli dos obras supremas de la pintura universal. En el nacimiento de Venus se va a la Venus celeste llevada a la orilla sobre una conche; en El reino de Venus, más conocido como El nacimiento de la Primavera, la Venus terrera reina con elegancia sobre la tierra florida.