La comunidad benedictina de San Giorgio Maggiore (Venecia) y el pintor acordaron no recurrir el tema tradicional de la Santa Cena, la institución de la Eucaristía,  para presidir el refectorio. Prefirieron el relato del milagro de las Bodas de Caná, cuando Cristo, en compañía de la Virgen y algunos discípulos, fue invitado a una boda en aquella ciudad de Galilea. Cuando al final de la fiesta el vino comenzó a escasear, Jesús ordenó a los siervos que llenaran las tinajas de agua que se convertirá en vino. Este primer milagro de Jesús narrado por el evangelista san Juan era considerado como una prefiguración de la institución de la Eucaristía y venía a suponer una innovación iconográfica cargada de simbolismo.
Sin embargo, el pasaje evangélico fue tratado como un acontecimiento profano, un banquete en el que participan hasta un total de 130 personajes. Esto hace que los personajes importantes, Cristo, la Virgen y algunos apóstoles pasen casi desapercibidos, totalmente enmascarados entre la maraña de invitados entregados al disfrute y frivolidad de la fiesta. Según la composición tradicional, Cristo y María ocupan el centro de la mesa. Tan solo un pequeño resplandor detrás de la cabeza, a modo de nimbo permite identificar a Cristo y a su madre.
Veronés descontextualizó la narración. Del austero ambiente palestino de Caná se ha pasado a un ambiente palaciego veneciano. Representa a algunos personajes célebre de la época de su tiempo, entre los que se identifican a Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto y gobernador del Milanesado, y Vittoria Colonna, ambos caracterizados como los novios contrayentes. Cosa rara, están situados en el extremo izquierdo de la mesa.
El cuadro causó escándalo entre algunos benedictinos, a pesar de que sobre la mesa colocada en medio de los músicos, siguiendo el eje de la figura de Cristo, aparezca un reloj de arena, un elemento iconográfico alusivo a la vanidad (vanitas barroca) y utilizado para recordar la fugacidad de la vida.
La pintura que refleja el gusto veneciano por las grandes celebraciones, así como el lujo propio de la corte ducal en los objetos, indumentaria y resto de elementos representados.
Una perfecta puesta en escena se aprecia en esta pintura. El tema permite a Veronés crear un decorado teatral para ubicar a los personajes. La composición está dividida en dos partes bien diferenciadas, una superior, ocupada por la arquitecturas y un cielo azul recorrido por nubes blancas, y otra inferior, de carácter terrestre e invadida por la muchedumbre. Uno de los grandes hallazgos es la colocación de una pasarela recorrida por una balaustrada que proporciona al espacio el aspecto de un patio al unir los espacios arquitectónicos de derecha e izquierda.