La insula es un bloque de viviendas de 300 a 400 metros cuadrados dividido en pisos o cenacula, que se abren al exterior con ventanas y balcones. Aparecen en el siglo IV a.C. y llegaron a tener una altura de 6/7 pisos. No tenían agua corriente ni letrinas privadas: las heces se depositaban en un recipiente común al pie de la escalera (dolium) o bien las echaban por la ventana. Tampoco había calefacción (se calentaban con braseros) ni chimeneas; las ventanas no tenían cristales, tan sólo cortinas o persianas de madera. Estaban construidas por empresarios privados que especulaban con el terreno y la construcción. A mediados del siglo IV, Roma tenía 1.797 domus y 46.602 insulae de 5 viviendas de promedio ocupadas por 5 o 6 personas cada una. La altura de las insulae oscilaba desde los tres pisos que ya tenían en el siglo III a.C. hasta los 20 metros de la normativa de César o los 18 de la de Trajano. El fuego era un peligro constante, y por ello César obligó a utilizar tejas incombustibles y a dejar un espacio de 73 cm entre edificio y edificio. Augusto creó un cuerpo de vigilantes nocturnos para combatir el fuego. |