A poca distancia del templo de la Fortuna Viril, y ya en el Foro Boario, se levantó unos años después el edificio más antiguo de mármol que se conserva en Roma, de mármol pentélico, importado de Atenas y, por tanto, costosísimo. Se trata de un templo circular, que también contaba con antecedentes itálicos bien acreditados y no menos antiguos que los thóloi griegos; pero ahora las formas, diseñadas quizá por Hermodoro de Salamina, delataban la oriundez griega del arquitecto, como la ejecución de las finezas de la labra apuntaba a la mano de obra itálica.
Su forma circular determinó el nombre que llevó mucho tiempo, Templo de Vesta, hasta que una inscripción, que seguramente corresponde a la basa de su estatua de culto, aportó información muy distinta: el templo estaba dedicado a Hércules Víctor Olivarius, patrono del comercio de aceite. El donante, tal vez un rico olearius, se llamaba Marcus Octavius Herrenus; y el escultor, Scopas minor, un griego del siglo II.
El templo de Hércules Víctor hubo de ser restaurado por Tiberio y ha perdido el entablamento original; pero es un precioso periptero corintio de veinte columnas de mármol asentadas en un basamento de toba de Grotta Oscura, elocuente testigo de la helenización de la Roma de los Escipiones.
 
 

El Templo de Vesta está en la Vía Sacra, en el Foro Romano, y es el templo más importante de Roma, desde el punto de vista religioso, pues en él se guardaba el fuego sagrado. Las Vestales se encargaban de mantener este fuego encendido todo el año, excepto el día 1 de marzo, comienzo del año nuevo, cuando el fuego era renovado. Es redondo, con la forma primitiva de la cabaña, el primer hogar que tuvieron los romanos. Los actuales restos son de la época de Septimio Severo.