Las primeras noticias de los antiguos palacios episcopales de Compostela son de 912, aunque datables con anterioridad (830-880), situados al sur de la basílica prerrománica (Platerías). Don Diego Gelmírez, arzobispo de Santiago de Compostela, hace reparaciones en el viejo palacio, pero las revueltas burguesas (1116-1117), lo arruinan, al igual que la fachada de Platerías de la basílica en construcción. La decisión de Gelmírez de edificar un palacio de nueva planta fue acompañada de una ubicación más idónea: a lo largo del costado norte de la nave mayor de la basílica, con la que queda comunicado. La Historia Compostelana (una crónica del siglo XII que recoge las empresas de Diego Gelmírez) indica el pensamiento del primer arzobispo sobre las condiciones de grandiosidad, riqueza y suntuosidad que ha de tener la "casa decente y conveniente de un prelado", acorde con el nuevo rango de la Sede Compostelana, elevada  a la categoría de Metropolitana. Por lo que decide hacer "un palacio de triple bóveda (plantas) con su torre" (supuestamente la izquierda de la fachada del Obradoiro), "y ya que allí afluyen reyes, príncipes y magnates...", y "...como arzobispo y legado de la santa iglesia romana hizo... unos palacios amplios y elevados, dignos y regios, capaces de hospedar... una multitud de príncipes y de pueblos".
Este palacio fue ampliándose y modificándose a lo largo de la Edad Media hasta el siglo XIX.

Lo más curioso de este salón, son las amplias ménsulas que sirven de soporte a los arcos y nervios de crucería, debido a las escenas en ellas esculpidas: una familia, servidores que presentan los manjares, músicos con instrumentos, ángeles con cartelas, etc. En fin, un festín medieval.