ARCA MARMÁRICA
Corría el año 44 d.C. Fueras de las murallas de una vieja ciudad celta, hoy en un barrio de la Santiago, llamaba la atención un elegante mausoleo de factura romana. Pertenecía a una mujer prócer llamada Atia, sin duda la reina Lupa de las tradiciones orales.   El edificio sepulcral constaba de dos pisos. Sobre la puerta del mausoleo había un "titulus" con la inscripción que lo declaraba dedicado a los dioses manes y estaba levantado por Atia, una mujer importante.
El edificio sepulcral tenía dos pisos, pues según los datos arqueológicos que han llegado hasta nosotros, el piso inferior no tenía puerta en el muro, por que lo que se accedería a él desde el interior de la planta superior. El piso superior era una cella de oración. Viria, nieta de Atia, estrenó la cámara sepulcral con su sepulcro.
En el año 44 de nuestra era fue sepultado el Apóstol en su parte occidental en un sarcófago de mármol. Una pared de mampostería que ha llegado hasta nosotros dividía la cámara sepulcral en dos partes. Este acontecimiento cristianizó el recinto y su título de oratorio fue utilizado como mesa del altar del oratorio que ocupaba la parte superior. Cuando Atia, la propietaria del mausoleo falleció, fue enterrada en otro sarcófago de mármol junto a su nieta y otro varón de la familia. El sepulcro permaneció así hasta mediados del siglo II.
En este espacio de tiempo la familia Atia fue perdiendo interés para la comunidad cristiana, que se centró en el cuidado de las tumbas de sus padres. Fallecidos San Atanasio y San Teodoro, fueron sepultados a derecha e izquierda de su maestro en unos sarcófagos de ladrillo y hormigón que todavía hoy se conservan.
En ambos lados se dejaron unas aberturas circulares. para poder tocar a través de ellas el cuerpo del santo con lienzos que serían distribuidos como reliquias. A mediados del siglo II, presionados, tal vez, por el ambiente de persecución a los cristianos, la comunidad decidió proteger la tumba de sus padres fundadores. Para ello vaciaron el recinto oriental e hicieron una huesa en el centro donde colocaron los huesos del Apóstol.
Se levantó el pavimento hasta la parte más alta de los sepulcros de San Atanasio y San Teodoro, que se quedaron en el mismo lugar, pero convertidos en tumbas en el suelo. Todo quedó recubierto con un mosaico policromado representando la resurrección bajo el símbolo de la flor de loto. El mosaico sirve para fechar la actuación: mediados del siglo II.
En este momento, mediados del siglo II, se decide ocultar el sepulcro y restringir el acceso al mismo. Para ello rodean el sepulcro con otro muro a metro y medio y lo rellenan hasta la altura del primer piso. Aquí depositan los huesos de Atia y sus familiares. Mezclado con el relleno se encuentran trozos de mármol y teselas sobrantes del mosaico. Tal vez sobre los muros colocaron una bóveda o cúpula para ser cubierta posteriormente con tierra sobre la que crecería vegetación. Dejarían unos pasadizos para poder acceder al sepulcro.
Así permaneció el recinto hasta el siglo VIII. Durante este tiempo surgió ante la pequeña colina artificial un cementerio. Por su densidad de tumbas, debió existir una población importante para la época.  Por la ausencia de símbolos paganos en las tumbas, era una población cristiana. El número de tumbas cubiertas con lápidas graníticas con el tema del orante indica que hacia el siglo VI habría un monasterio en este lugar. La abundancia de iglesias dedicadas a Santiago en Galicia, norte de Portugal, Bretaña francesa e Inglaterra en los siglos V y VI, postula la existencia de reliquias del titular. La entrada al sepulcro era accesible y posiblemente de aquí salieron las reliquias.
En el siglo VIII el lugar se desertiza. La muerte de la población hace que durante un siglo no haya una tumba nueva. No hay duda de que esto se debió a  la invasión musulmana que comenzó en el 711 con Tariq y Muza. El año 829 Teodomiro, el obispo de Iria Flavia, buscó y encontró el sepulcro bajo la colina artificial. . Desmontó la colina artificial y quitó los pasadizos. Este descubrimiento fue revestido más tarde de bellas imágenes para afirmar que fue un don de Dios.
Construyó una pequeña iglesia de materiales pobres y anunció al mundo cristiano la alegría del descubrimiento. Era el tiempo del reinado de Alfonso II. A finales del IX un templo más espacioso sustituyó al primero. Fue consagrado en el año 899 bajo el pontificado de Don Sisnando I y el reinado de Alfonso III.
Al terminar la cabecera de la actual catedral aparecía en medio del presbiterio un edifico de vieja piedra y sin adorno alguno. Gelmírez, obispo de Compostela en esa época, comienzos del XII, derribó la cubierta y el piso superior. Dejó intactas las tumbas de la cámara sepulcral y las paredes hasta el arranque de la cúpula. Lo cegó todo y lo hizo inaccesible, tal vez para no tener que dar más reliquias. El nuevo altar lo situó unos dos metros más alto que el actual. Encima colocó un baldaquino.
En el último tercio del siglo XVIII se remodeló la capilla mayor. Se bajó el pavimento del altar dos metros asentándolo sobre las tumbas y dejándolas ocultas. Necesariamente tuvieron que descubrir que estaban abiertas y vacías. Pero no dejaron noticia alguna de ello. Fue un secreto muy bien guardado. Así es que en el siglo XIX nadie había visto las tumbas. Solamente se sabía que estaban debajo del altar. Finalmente, el Cardenal Miguel Payá y Rico, obispo de Compostela entre 1875 y 1886 se decidió a poner a descubierto la tumba del Apóstol, si existía, y sus huesos, si quedaba alguno. Tras varios meses de búsqueda hallaron e identificaron las tumbas del Apóstol y sus discípulos bajo al altar mayor, pero violadas y vacías.
Atendiendo a rumores y costumbres, capitulares y populares, buscaron en el trasaltar y allí las descubrieron. Tras cuatro años de estudios y dos procesos, en Roma y en Santiago de Compostela, la Santa Sede dictaminó que los huesos correspondían al Apóstol y sus discípulos y los puso a la veneración de los fieles. En 1884, tras la sentencia del Tribunal Romano y la Bula del papa León XIII, se decidió aprovechar los cimientos y lo poco que quedaba de la cámara sepulcral para convertirlo en una cripta oratorio. Para ello se profundizó en el lado oriental y en el existente entre los dos sepulcros de los discípulos por debajo de los cimientos. Allí se ubicó un altar sobre los que se puso una arqueta con los huesos de Santiago y sus discípulos, San Atanasio y San Teodoro.

Para verlo mejor y saber más sobre el tema, accede a estas direcciones:

 

http://www.archicompostela.org/web/catedral/movie.html

 

http://www.foros.catholic.net/viewtopic.php?t=45663