La abadía benedictina de Cluny fue la casa matriz de los monjes cluniacenses. Desde aquí se ejercía el control espiritual sobre 1450 prioratos y cenobios en Europa. Su iglesia se amplió tres veces para albergar la creciente avalancha de religiosos que ingresaban en su comunidad. En el año 927 se consagró el primitivo templo, llamado Cluny I, y en el 981 ya se había demolido para erigir en su lugar Cluny II. La insuficiencia motivó que en 1088 el abad Hugo de Semur encargara al monje arquitecto Gunzo y a su colaborador Hézelon la Ecclesia Maior de Cluny III, que se convertiría en el establecimiento monástico más fastuoso de la Edad Media. Se concibió con doble transepto y una gigantesca cabecera con deambulatorio interior, desde la que se accedía a una corona de absidiolos con altares para celebrar misa. Una solución que tendrá resultados incalculables en la historia de la arquitectura, proyectándose a las iglesias románicas de peregrinación y a la típica girola gótica con capillas radiales.
En 1790, al ser suprimida la Orden cluniacense en Francia durante la Revolución, fue comprada por la ciudad y posteriormente casi totalmente destruida. En el presente sólo quedan una torre y parte de un transepto, mientras que una carretera atraviesa el lugar de la nave.
En 1727 fueron derruidos los edificios monásticos en aras de la pureza arquitectónica, y las secuelas de la Revolución francesa hicieron que, en 1798, se iniciase la demolición de la magnífica iglesia abacial. En las actualidad, de los componentes románicos sólo se mantiene en pie parte del transepto (imagen superior) y la absidiola (imagen inferior). El resto son ruinas que los arqueólogos, especialmente, John Conant, han desenterrado y estudiado para reconstruir idealmente lo que fue el monasterio de Cluny, mediante planos y vistas del conjunto arquitectónico (entre 1623 y 1710 aproximadamente) anteriores a su destrucción (imágenes inferiores).
Imágenes en 3D para observar cómo era Cluny III. (abajo).