"Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida". Génesis 2,24.

Tanto la figura del ángel con la espada como las cabezas de león tienen un carácter apotropaico. El efecto apotropaico es el mecanismo de defensa para alejar el mal o proteger de él o de los malos espíritus o de una acción mágica maligna. En una puerta de una iglesia pueden indicar el carácter sagrado del lugar al que se va a entrar; se supone que es el templo, al que hay que acudir con tota reverencia y temor de Dios.

"Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento". Lucas 2,6-7

"Tres días después de nacer el señor, salió María de la gruta y se aposentó en un establo. Allí reclinó al niño en un pesebre, y el buey y el asno le adoraron. Entonces se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: "El buey conoció a su amo, y el asno el pesebre de su señor". Evang. del Seudo Mateo, XIV.

"Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. En esto, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está ese rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje. [...] se pusieron en camino; de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta pararse encima de donde estaba el niño. Ver la estrella les dio muchísima alegría. Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas le rindieron homenaje; luego abrieron sus cofres y como regalos le ofrecieron oro, incienso y mirra". Mateo, cap. 2
Los juglares, los (jaculatores), suelen aparecer en el románico. Son gente sin estatus, sin hogar ni honor, y a pesar de ser en cierto modo unos marginados, la gente solía admirar sus espectáculos. En este capitel de Saint-Nicolas, La Chaize-le-Vicomte vemos a un músico, un acróbata y dos luchadores que parecen llevar unas máscaras.
Existe también en los capiteles un afán moralizador al representar la lujuria, avaricia y casi todos los pecados. Las figuras están en actitudes procaces que pueden ser interpretadas en la época actual de manera muy diferente a lo que se quiso señalar en aquellos años: la intención era demostrar, afeándolo, la existencia del vicio que debía ser corregido. El mejor ejemplo es el que ofrecen los famosos canecillos de la colegiata de san Pedro de Cervatos (Cantabria).
Las representaciones de viejas fábulas fueron muy comunes, siendo temas de tradición oral, conocidos por el pueblo. El afán moralizador es también evidente. En este capitel se narra la fábula del zorro y el cuervo. Para entenderla, aquí tienes la fábula recreada por Félix María Samaniego.

En la rama de un árbol,
bien ufano y contento,
con un queso en el pico
estaba el señor Cuervo. 

Del olor atraído
un Zorro muy maestro,
le dijo estas palabras,
o poco más o menos:

“Tenga usted buenos días,
señor Cuervo, mi dueño;
vaya que estáis donoso,
mono, lindo en extremo;
yo no gasto lisonjas,
y digo lo que siento;
que si a tu bella traza
corresponde el gorjeo,
junto a la diosa Ceres,
siendo testigo el cielo,

 

que tú serás el Fénix
de sus vastos imperios.” 

Al oír un discurso
tan dulce y halagüeño,
de vanidad llevado,
quiso cantar el Cuervo. 

Abrió su negro pico,
dejó caer el queso;
el muy astuto zorro,
después de haberlo preso,
le dijo : “Señor bobo,
pues sin otro alimento,
quedáis con alabanzas
tan hinchado y repleto,
digerid las lisonjas
mientras yo como el queso".

Quien oye aduladores,
nunca espere otro premio.

La matanza de los inocentes en el capitel de la iglesia de santa Cecilia en Aguilar de Campoo (Palencia). En Mateo 2,16-18 se lee: "Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó a matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores conforme al tiempo que había inquirido de los magos. Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:

Voz fue oida en Ramá,
grande lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora a sus hijos,
y no quiso ser consolada, porque perecieron".