El baldaquino, en ocasiones llamado también
ciborio, genera un espacio sagrado que corona el altar. De tradición
oriental, y utilizado ya en el primitivo cristianismo, adquirió en
el románico dos modalidades: los baldaquinos con forma de pequeños
templetes abiertos por arcos semicirculares en las cuatro caras,
apoyados en esbeltas columnas y una estructura piramidal como
cubierta (foto izquierda), y aquellos otros que constan de un
simple plafón colocado en posición inclinada a la altura del
arranque de la bóveda del ábside, en el que se apoyan a través de
unas vigas transversales (foto derecha). A la izquierda,
baldaquino de Toses (Ripollés), Gerona; del siglo XII. Museo de Arte
de Cataluña. |