Los frontales o antipendios son plafones que se situaban en el frente de la mesa de altar, en ocasiones extendiéndose por los laterales, y que han sido considerados uno de los precedentes del retablo. Tradicionalmente se ha considerado que ejemplares como estos, pintados sobre tabla, constituían un remedo de los frontales de orfebrería y esmalte que atesoraban las grandes catedrales y monasterios, verdaderos objetos de lujo sólo al alcance de ilustres promotores y de instituciones destacadas. Pese a que el prestigio de las grandes obras que las convertía en modelos dignos de imitarse, últimamente se ha reivindicado la relación de los frontales pintados con otras manifestaciones artísticas, como la ilustración de manuscritos o la pintura mural, que plantean una comunidad de recursos estilísticos e iconográficos con el mundo del frontal. En la iconografía de los frontales de altar suele reiterarse la presencia de imágenes teofánicas, como el Pantocrator o de exaltación de la Virgen María en el centro de la tabla con el apostolado y escenas de la vida de la virgen a su alrededor. La materia hagiográfica (vida de los santos) fue ganando una creciente presencia en el ámbito del frontal de altar, hasta el punto de llegar a destinarse el espacio central del mismo a la imagen del santo. Y a su lado, escenas de sus vidas. En el siglo XII aparecen estos temas más descriptivos para estimular el ejemplo en los fieles y alimentar la piedad popular (infancia de Cristo, vida y martirio de santos...). |
Frontal de San Martín, con escenas de la vida de san Martín y los apóstoles. Pintado sobre tabla, mide 91 x 155 cm. Procede de la iglesia de Sant Martí (Alta Cerdaña). |
Se trata de una pintura al temple sobre madera de álamo, que procede de
una comunidad femenina de la parroquia de san Martín Sescorts (Osona,
Barcelona). Este frontal describe
algunos episodios legendarios de la vida y martirio de santa Margarita. Preside el antipendio las figuras hieráticas y totalmente frontales de María (coronada) y el Hijo, rodeados de cuatro ángeles que cogen la mandorla aludiendo al tema de la ascensión. La aureola que los cierra tiene la inscripción: S. Maria mater domini nostri Iesu Xristi. Los cuatro espacios narrativos restantes, subdivididos internamente y diferenciados por el color del fondo (rojo o amarillo) contienen distintos episodios de la vida de la santa titular. En el compartimento superior izquierda hay dos escenas, cuya cronología es ordenada de derecha a izquierda, probablemente por motivos compositivos: Margarita es requerida por dos siervos de Olibrio ante la presencia de otras dos mujeres y unas ovejas como muestra del rebaño que apacentaba la santa; a la izquierda, margarita es conducida por un soldado ante Olibrio, que quiere convertirla en su esposa, a lo que ella se niega. En el compartimento inferior izquierda es conducida a la prisión (torre almenada con una gran puerta) y flagelada por dos sayones, que le dejan marcas en la piel; Olibrio lo contempla desde la derecha, dirigiendo la acción. La escena de Margarita en la cárcel amenazada por el diablo en forma de dragón y el triunfo sobre éste se desarrolla en el compartimento superior derecho. Un arco rebajado nos indica que estamos en un espacio interior. La santa lucha contra el dragón de siete cabezas y sale victoriosa. En el compartimento inferior derecho, la santa aparece colgada mientras dos sayones le aplican unas planchas candentes sobre el cuerpo que, fortalecido por el valor de la plegaria, no surten efecto, cosa que un soldado no acaba de entender. A la derecha, Margarita es decapitada. El tratamiento de los vestidos es extremadamente característico: sobre un fondo casi monocromo, una raya blanca que se dibuja en óvalos concéntricos determina los volúmenes de los cuerpos de los distintos personajes. El mensaje está claro: la victoria sobre el poder del mal que obtienen quienes confían en el Señor. La santa, pues, se convierte en un modelo a imitar. |