Con frecuencia la pintura románica se encuentra descontextualizada. Estas pinturas, pensadas y realizadas para ser contempladas en pequeñas iglesias rurales, en grandes monasterios o centros de peregrinación, fueron arrancadas de sus muros y trasladadas a las salas de museos . El objetivo era salvarlas del deterioro que podían sufrir. Es cierto que de este modo muchas de ellas se hayan salvado de la desaparición, pero también es cierto que ha sido a costa de la pérdida del patrimonio de esas zonas, normalmente rurales.
La musealización de los frescos románicos comenzó en Cataluña a inicios del siglo XX, cuando entre 1919 y 1923 la Junta de Museos inició una campaña de documentación y salvación de las pinturas de las iglesias del románico rural pirenaico, al saber que muchos de ellos podían ser vendidos a coleccionistas privados, sobre todo norteamericanos. Uno de los promotores y estudiosos de la pintura románica catalana fue el arquitecto modernista Domenech i Montaner, que realizó varias campañas de estudios por el Pirineo documentando los principales ábsides. Como resultado de estos estudios, se llevaron a Barcelona obras tan fundamentales como los frescos de san Clemente de Tahull, de santa María de Tahull,… instalándose las colecciones de pintura románica en el Palacio Nacional de Montjuic, germen del actual Museo Nacional de Arte de Cataluña.
En las imágenes, arrancado de las pinturas de santa María de Tahull. Las pinturas originales de santa María y san Clemente de Tahull una vez instaladas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
La técnica suele ser al fresco; consiste en pintar, sobre una preparación compuesta de un revoque de cal y arena en proporción 2 a 1, con colores de origen mineral aptos para resistir el ataque de la cal. La última capa del revoque se tenía que aplicar de manera que pudiera ser pintada en un solo día, dado que, una vez seco, ya no era apto para retener el color. En primer lugar se aplicaba el color base del fondo (generalmente colores claros) sobre el que se realizaba un dibujo preparatorio con colores ocres que definían los ejes de simetría, las líneas básicas de composición y los esquemas de las figuras. A este proceso se le llamaba sinopia. Después se aplicaban los colores, se acababan de definir las figuras, se pulían, perfilaban y simulaban los sombreados. Las correcciones se podían realizar mientras la capa estuviese tierna. El artista partía de dibujos y esquemas que llevaba en pergaminos y que formaban parte de su repertorio.

Otras obras arrancadas

En otras partes de España también se arrancaron pinturas murales de su ubicación original. Dos de los casos más conocidos son los frescos de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo (Segovia) que fueron llevados al Museo del Prado y el de las pinturas de San Baudelio de Berlanga (Soria). Aquí fue peor; parte de ellas salieron de España.
El caso de las pinturas de san Baudelio de Berlanga es uno de los ejemplos más graves de abandono del patrimonio artístico. El conjunto de pinturas abarcaba frescos desde el siglo XI al XII. En 1922 fueron vendidas (por 60.000 de las pesetas de entonces) a un marchante norteamericano, lo que provocó la movilización de los vecinos de esta zona aislada de Soria. El proceso de venta se paró hasta 1925, cuando la Dirección General de Bellas Artes autorizó la salida del país de unas obras de arte únicas en Europa. Acabaron finalmente en el Metropolitan Museum de Nueva York, expuesta como una de sus obras más destacadas, y en otros museos norteamericanos. El expolio no sólo consistió en su salida de su lugar de origen, sino en su reparto y montaje completamente aleatorio. En 1957 el gobierno de Franco, en el contexto de la recuperación de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, llegó a un acuerdo para la devolución parcial de las pinturas, pero a cambio de la iglesia románico de San Martín de Fuentidueña expuesta en el Metropolitan Museum, sección The Cloisters, junto con otras obras del románico español como el claustro de S. Miguel de Cuxa. Las pinturas devueltas a España, en lugar de regresar a su lugar originario en la ermita de San Baudelio, quedaron instaladas en el Museo del Prado. En la imagen, guerrero en el Metropolitan Museum de Nueva York. A la derecha, lo que ha quedado en la ermita de Berlanga.
Tendencia actual en el trato de las pinturas
Después los criterios de conservación y restauración cambiaron. Se trata de mantener la obra en su contexto original, ya que éste es parte de ella misma, y su interpretación correcta depende de su contemplación en el espacio para el que fue creada. Debido a esta idea se intentó restituir los frescos a su lugar original a través de copias muy fidedignas realizadas con las actuales técnicas fotográficas. En la parte superior, pinturas rehechas actualmente en el ábside de la propia iglesia de San Clemente de Tahull en 1955.
La nuevas técnicas se van imponiendo. En san Clemente de Tahull se ha realizado un mapeado (mapping). Se intenta captar la esencia histórica de las pinturas. Para eso se ha reproducido digitalmente la pintura, elemento por elemento, para realizar animaciones. La imagen proyectada encaja perfectamente con los restos originales presentes en la iglesia. Y una música sugerente anima a internarse en el siglo XII. Así se contemplaría la obra cuando fue pintada.