Entre 1850 y 1880 pocos edificios de gran interés arquitectónico se realizaron. Entra en su fase culminante el eclecticismo, en la acepción más corriente de la palabra. Charles Garnier construye entre 1861 y 1874 la Opera de París en ese estilo del neoclasicismo barroco y que afectará a muchísimos edificios "oficiales" de varios países. La construcción del edificio más prototípico del estilo llamado "Segundo imperio", versión francesa del eclecticismo arquitectónico, significó, en el contexto de la realización del Plan Hausmann, la remodelación total del barrio con la abertura de la Avenida de la Opera, que le comunica directamente con el Palacio del Louvre, y la de las calles que circundan el edificio, buscando la máxima perspectiva para la pomposa fachada, que se compone básicamente de una combinación de arcadas en la planta baja y balcones a manera de dintel en la planta noble, flanqueados por un orden doble de columnas.
La mayoría de los elementos arquitectónicos provienen del Renacimiento italiano y se combinan libremente, sin seguir ningún modelo concreto, con gran profusión de esculturas y elementos decorativos exuberantes, que consiguen un tono suntuoso y abarrocado, muy característico del estilo Segundo Imperio. Su interior, tanto la escalinata como los salones y el auditorio siguen la pauta de la fachada, con una gran ostentación de elementos ornamentales y materiales nobles.
Este edificio simboliza el triunfo definitivo de la burguesía que se instala en el poder tras el golpe de estado de 1860. La insistente proliferación ornamental y la preponderancia de los espacios dedicados a la exhibición de la riqueza personal (escalinata, salones...),sobre la pequeña sala de audición, convierten al teatro de la ópera en el lugar ideal para que la burguesía pueda mostrar el nuevo estatuto político.