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La escena representada
en «La vicaría» es la firma de un contrato de matrimonio, en la cual
incorpora elementos que muestran su enorme cultura y su fascinación y
admiración por Goya. «La vicaría» tuvo un gran éxito en París,
presentado en 1870, donde Fortuny llegó a ser uno de los artistas más
codiciados por los coleccionistas americanos de entonces. El pintor
plantea la obra con una amplia concepción espacial, distribuyendo las
pequeñas figuras en los diferentes episodios que aparentemente están
aislados pero forman un excepcional conjunto, descentrando la escena
principal. Las principales características de la obra de Fortuny se
resumen en esta obra: cuidado dibujo; minuciosidad y preciosismo;
delicadeza y verosimilitud en los detalles; amplitud espacial; gran
sentido del color y estupendo estudio lumínico; perfecta captación de
los distintos tipos de telas y sus calidades descriptivas; interés por
las expresiones de los personajes que se convierten en auténticos
retratos; pincelada rápida y fluida a la par que precisa; interés por el
estudio de los reflejos que provoca la luz blanca. |
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La vicaría
representa el momento en que los testigos de una boda firman en la
sacristía, separada del templo por una magnífica reja que el pintor
localizó en una iglesia romana, siendo el elemento culminante del
trabajo. Todos los invitados a la ceremonia están pendientes del acto
mientras en la zona derecha unos majos y un torero están ausentes del
protocolo, al igual que los dos hombres de la izquierda. La escena está
ambientada en el siglo XVIII como los cuadros de "casacón" que tanto
éxito cosechaban en Europa, sirviendo como modelo la esposa del artista,
Cecilia, para la mujer que habla con la novia, la mujer rubia y la
señora de espaldas; Arlechino sirvió para el torero y Nicolina para la
mujer que se abanica, siendo los demás personajes modelos profesionales
que Fortuny utilizaba en variadas ocasiones así como sus cuñados
Raimundo e Isabel de Madrazo. Meissonier posó para el general,
existiendo un estudio previo sirviéndole al pintor como excusa cuando
alguien le importunaba ya que alegaba: "Perdóneme, poso para monsieur
Fortuny". El pintor plantea la obra con una amplia concepción espacial,
distribuyendo las pequeñas figuras en los diferentes episodios que
aparentemente están aislados pero forman un excepcional conjunto,
descentrando la escena principal. |
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La imagen es un
perfecto retrato de la sociedad española del siglo XVIII con su clérigo,
su torero, sus damas encopetadas, sus majas, el militar, hasta el
demandadero de las ánimas del purgatorio, la extraña figura que con el
torso desnudo, la cabeza encapuchada y una bandeja en las manos otorga a
la escena un aspecto fantasmal. |
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Fortuny diseñó la escena con la idea de dar sensación
de que el espacio en el que tiene lugar la escena es mayor de lo que en
realidad es, al igual que el cuadro. Para ello se sirve de un recurso
muy eficaz basado en la distribución de las figuras en “sub-escenas”
aisladas, que componen un conjunto en el que la imagen principal pierde
protagonismo, dándonos así la sensación de que el cuadro y la escena son
de mayor tamaño. |
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Cabe señalar la calidad pictórica de la reja, la luz
que cuelga del techo, la biblioteca y el brasero. Los reflejos de los
metales, los bordados de los vestidos o los detalles de los forjados son
una excelente muestra del virtuosismo y minuciosidad de toda la obra,
hecho que le valió en su tiempo incontables elogios. |
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